domingo, 31 de mayo de 2015

Trinitarios

Como es bien sabido, hay tres convicciones teológicas que unen a todos los cristianos (católicos, ortodoxos, protestantes, coptos, etc.): la aceptación del Bautismo como sacramento que inicia la vida cristiana, el reconocimiento de la divinidad de Jesucristo y el misterio de la Santísima Trinidad. Hoy celebramos este último. Quien tiene interés por el mundo universitario, reconocerá fácilmente a muchas instituciones académicas que reciben su nombre de este misterio: por ejemplo, el Trinity college de la Universidad de Cambridge, uno de los más prestigiosos. Hay otros en Dublin, en Oxford, en EE.UU., Australia o Canadá. En la cultura latina, no hemos tenido tanta devoción universitaria a la Santísima Trinidad, pero sí hay múltiples ciudades y personas que llevan ese título.
Junto al reconocimiento de la importancia de este dogma cristiana, nos viene a la cabeza pensar cuáles son sus implicaciones prácticas para nuestra vida. Imagino que para los sacerdotes no debe ser sencillo aunar en sus homilías de este día ambas cosas. Es el principio teológico del cristianismo (tres Personas, un solo Dios), pero apenas podemos decir nada que nos permita explicarlo (es el Misterio por excelencia). Ahora bien, si Dios ha querido revelarnos su misterio, es obvio que ha sido por nuestro propio beneficio, y por tanto que conocer y profundizar en las implicaciones de ese misterio enriquece nuestra experiencia religiosa. Me parece que no se trata de entender algo que nos sobrepasa, sino de reconocer cómo afecta a nuestras vidas que Dios sea Trinidad.
No es el caso, obviamente, hacer aquí un tratado teológico sobre la materia, sino de pensar en qué medida nuestro trato con Dios y con los demás está imbuido del convencimiento de que Dios, si podemos hablar así, también es una Familia, en donde Padre e Hijo están tan unidos por el Amor que forma una tercera Persona (el Espíritu Santo). Si Dios (Padre) es Verdad-Conocimiento (Hijo) y Amor (Espíritu Santo), en nuestra vida, conocimiento y amor deberían estar también muy dentro de nuestro trato con Dios. Los cristianos creemos en un solo Dios (no puede ser Dios más que Uno, o sería absurdo), pero Dios ha querido mostrarnos que también en El hay relación, que también las Personas en Dios lo son en tanto que se relacionan, que establecen un vínculo que fundamenta su unión. También ser persona humana es estar en relación, es ser de alguna manera familia, fundada en la verdad y en el amor. Uno solo es hijo porque tiene padres, sólo es padre-madre porque tiene hijos, sólo es hermano porque tiene hermanos: nada que tiene valor hondo está basado solo en nosotros mismos. En suma, podemos concluir que el egoísmo no conduce a valor alguno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario