Hace unos días volví a ver "Mejor imposible", una película que siempre da que pensar. Para los que no la hayan visto, muestra las relaciones entre un trio de personajes muy contrastados: un maniático escritor, una sencilla camarera, madre de un niño asmático, y un artista homosexual, vecino del primero. En un momento culminante de la película, el escritor, enamorado secretamente de la camarera, parece que va a declararse pero su permanente excentricidad le lleva a agraviar a la mujer. Ella le pide un cumplido para arreglar la metedura de pata, algo que demuestre realmente que la quiere. El le cuenta su aversión a las pastillas, y las dificultades que tiene para tomar las que le receta el siquiatra, indicando que el día que estuvo con ella, se las tomó al dia siguiente. La camarera queda perpleja ante la frase y se pregunta dónde está el cumplido. Le responde el escritor, que eso indica que cuando está cerca de ella quiere ser mejor. Me parece una magnífica alegoría del verdadero amor. Cuando quieres a alguien de verdad, quieres dar a esa persona lo mejor de ti mismo.
Tengo la enorme suerte de dedicarme a la profesión que más me gusta: la educación. Hay muchos aspectos que hacen este trabajo particularmente atrayente, pero para mi sin duda el más importante es que tienes la capacidad de estimular a tus alumnos a que sean mejores. Decía Platón que educar es extraer de una persona toda la belleza y la perfección de que son capaces. Todo ser humano tiene belleza y perfección, no todos los educadores las van a descubrir y muy pocos las van a extraer, pero no es otra, a mi modo de ver, la meta de educar. Dar conocimientos ya es muy valioso, informar sobre lo que otros sabios han descubierto y pasar esa experiencia a las generaciones futuras es maravilloso, pero todavía me resulta de corto alcance. Con el auge de las nuevas tecnologías, la información es cada vez más accesible, las máquinas van a superar nuestra capacidad de informar, pero no creo que consigan nunca educar. La educación requiere, como decía nuestro gran humanista Luis Vives, “enseñar, persuadir y conmover”. Una máquina puede ofrecer datos, pero difícilmente podrá persuadir y conmover, generar esa empatía que está en el inicio del amor entre las personas.
Recuerdo una frase que repetía con frecuencia el Dr. Casas Torres, con quien tuve el privilegio de realizar mi tesis doctoral: "tienes que querer a los chicos". Solo educa quien genera afecto, solo tiene verdadera influencia en nosotros a quien percibimos como cercano, interesado sinceramente en nuestro bien. Los padres educan, los verdaderos maestros -en cualquier nivel docente- educan, porque quieren hacer a sus alumnos mejores, porque son conscientes que no basta con transmitir su bagaje de conocimientos, sino más bien transmitirles un poco de su propia intimidad, de su experiencia vital. "Todos los hombres, por naturaleza, tienen el deseo de saber", decía Aristoteles, pero más aún todos tienen la necesidad de referentes morales, de modelos en los que reflejarse, que les sirvan de estímulo para crecer interiormente, para querer siempre ser mejores.
Tengo la enorme suerte de dedicarme a la profesión que más me gusta: la educación. Hay muchos aspectos que hacen este trabajo particularmente atrayente, pero para mi sin duda el más importante es que tienes la capacidad de estimular a tus alumnos a que sean mejores. Decía Platón que educar es extraer de una persona toda la belleza y la perfección de que son capaces. Todo ser humano tiene belleza y perfección, no todos los educadores las van a descubrir y muy pocos las van a extraer, pero no es otra, a mi modo de ver, la meta de educar. Dar conocimientos ya es muy valioso, informar sobre lo que otros sabios han descubierto y pasar esa experiencia a las generaciones futuras es maravilloso, pero todavía me resulta de corto alcance. Con el auge de las nuevas tecnologías, la información es cada vez más accesible, las máquinas van a superar nuestra capacidad de informar, pero no creo que consigan nunca educar. La educación requiere, como decía nuestro gran humanista Luis Vives, “enseñar, persuadir y conmover”. Una máquina puede ofrecer datos, pero difícilmente podrá persuadir y conmover, generar esa empatía que está en el inicio del amor entre las personas.
Recuerdo una frase que repetía con frecuencia el Dr. Casas Torres, con quien tuve el privilegio de realizar mi tesis doctoral: "tienes que querer a los chicos". Solo educa quien genera afecto, solo tiene verdadera influencia en nosotros a quien percibimos como cercano, interesado sinceramente en nuestro bien. Los padres educan, los verdaderos maestros -en cualquier nivel docente- educan, porque quieren hacer a sus alumnos mejores, porque son conscientes que no basta con transmitir su bagaje de conocimientos, sino más bien transmitirles un poco de su propia intimidad, de su experiencia vital. "Todos los hombres, por naturaleza, tienen el deseo de saber", decía Aristoteles, pero más aún todos tienen la necesidad de referentes morales, de modelos en los que reflejarse, que les sirvan de estímulo para crecer interiormente, para querer siempre ser mejores.
Excelente articulo amigo, siempre es impactante las referencias a las películas, libros o todo aquello que nos transmite la cultura popular. Educar es una vocación, un privilegio, algo muy sagrado. Felicitaciones!
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