Claro está que lo importante no es lo que se ve en la tele, sino lo que se siente estando allí (por eso precisamente hay que estar), compartiendo unas horas muy especiales con personas que, recien conocidos, son casi parte de tu familia. La fraternidad cristiana es algo muy real cuando es real la fe en Cristo; nadie nos resulta indiferente cuando rezamos juntos, cuando compartimos el mismo afán de hacer presente a Jesús en los ambientes en que nos movemos, en la fábrica o en el taller, en la universidad o la escuela, en el hogar, en el campo de deporte. El ambiente de la Beatificación ha sido excelente: una nueva Pentecostés, con personas provenientes de 80 países distintos, un arcoiris de sonrisas, de entrañable cercanía. Os dejo mi pequeña contribución al albúm fotográfico, donde estamos un amigo irlandés, al que conocía desde hacía algunos años, un neozelandés, un libanés y un australiano, a los que acababa de conocer minutos antes de la fotografía. Todos han venido en homenaje a D. Alvaro del Portillo, en agradecimiento a su fidelidad, a su ejemplo, a su entrega a Dios y a todas las almas. Aunque sea excepcional hacerlo -hay muchos más santos de los que es posible declarar- estos eventos nos recuerdan que una vida que se da a Dios es una vida llena de contenido y llena de continuidad porque no se asienta en lo que hagamos aquí, sino más bien en lo que Dios quiera hacer a través nuestro.
"Una auténtica fe -que nunca es cómoda e individualista– siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra. Amamos este magnífico planeta donde Dios nos ha puesto, y amamos a la humanidad que lo habita, con todos sus dramas y cansancios, con sus anhelos y esperanzas, con sus valores y fragilidades" (Papa Francisco, Evangelii Gaudium, 2013, n. 183)
domingo, 28 de septiembre de 2014
En recuerdo de D. Alvaro del Portillo
Claro está que lo importante no es lo que se ve en la tele, sino lo que se siente estando allí (por eso precisamente hay que estar), compartiendo unas horas muy especiales con personas que, recien conocidos, son casi parte de tu familia. La fraternidad cristiana es algo muy real cuando es real la fe en Cristo; nadie nos resulta indiferente cuando rezamos juntos, cuando compartimos el mismo afán de hacer presente a Jesús en los ambientes en que nos movemos, en la fábrica o en el taller, en la universidad o la escuela, en el hogar, en el campo de deporte. El ambiente de la Beatificación ha sido excelente: una nueva Pentecostés, con personas provenientes de 80 países distintos, un arcoiris de sonrisas, de entrañable cercanía. Os dejo mi pequeña contribución al albúm fotográfico, donde estamos un amigo irlandés, al que conocía desde hacía algunos años, un neozelandés, un libanés y un australiano, a los que acababa de conocer minutos antes de la fotografía. Todos han venido en homenaje a D. Alvaro del Portillo, en agradecimiento a su fidelidad, a su ejemplo, a su entrega a Dios y a todas las almas. Aunque sea excepcional hacerlo -hay muchos más santos de los que es posible declarar- estos eventos nos recuerdan que una vida que se da a Dios es una vida llena de contenido y llena de continuidad porque no se asienta en lo que hagamos aquí, sino más bien en lo que Dios quiera hacer a través nuestro.
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