Hace unos meses vi una película de Will Smith, creo recordar que se llamaba Soy Leyenda, que me llamó especialmente la atención por incluir una idea de fondo que me parece muy relevante. El protagonista era uno de los pocos supervivientes de una enfermedad que se había propagado por el género humano como consecuencia secundaria de una supuesta vacuna contra el cáncer. Los posibles efectos colaterales de la investigación científica han sido tratados en otras películas y, sobre todo, han sido tratados por profesionales de la ética y la filosofía moral, para los que la innovación debería sujetarse a unos límites éticos. Tal vez el punto de inflexión en la concepción contemporánea de que la ciencia lleva consigo un progreso indefinido vino como consecuencia del lanzamiento de la bomba atómica de Hirosima, cuando se comprobó fehacientemente el enorme poder destructor del ingenio humano. Hoy somos muchos los científicos que admitimos una subordinación de la ciencia a la ética o, dicho de otra forma, que no debería hacerse todo lo que puede hacerse. Esta opinión está compartida por buena parte de la sociedad en lo que afecta a algunos aspectos de la innovación científica y tecnológica, como puede ser la manipulación genética de animales y plantas, la investigación nuclear o el control de las personas a través de las tecnologías de la información. Sin embargo, en el frente biomédico, donde se juega de manera especialmente clara el destino de la dignidad humana, parece que todavía buena parte de la población piensa que cualquier restricción a la ciencia lleva consigo una especie de intolerancia inadmisible, sobre todo si tiene alguna implicación religiosa.
Sirvan estas ideas para introducir el último libro que hemos publicado en la editorial Digital Reasons, que hemos denominado Regulación Natural de la Natalidad, con el significativo subtítulo de "Una alternativa moral y saludable". Curiosamente, convive una creciente vigilancia y regulación sobre las intervenciones biomédicas en animales, mientras en el terreno de la fecundidad humana y los primeros estadios de la vida parecen admitirse otras cada vez más explícitas y agresivas. La contracepción, como bien indica la Dra. Wilson, autora de este libro, es la única intervención médica que se hace para que deje de funcionar algo que funciona naturalmente bien. Todas las demás se orientan a reparar algo que nuestro organismo no realiza adecuadamente, desde una simple operación de cataratas (los ojos no ven como debieran) hasta otra que intenta atajar un tumor maligno. Los métodos anticonceptivos -en sus diversas variantes, que la autora analizar muy bien- pretenden hacer estéril a una persona que es fértil, siendolo como condición natural a esa persona. Hay otros medios naturales para evitar embarazos, por razones suficientemente relevantes, que se apoyan en cómo funciona la fertilidad humana, en entenderla bien. Por esta razón, porque son naturales, son admitidos por la práctica totalidad de las éticas y credos religiosos. Además, porque son naturales, no tienen ningún efecto secundario, y -por si fuera poco- son prácticamente gratuitas, ya que se apoyan en lo que ya tiene nuestra naturaleza.
Como en el caso de la película de Will Smith, cualquier intervención que atenta contra la naturaleza acaba volviéndose contra ella, tiene efectos secundarios que, en algunas ocasiones, pueden ser catastróficos. En el ámbito de la reproducción humana, hay muchos efectos biológicos -poco comentados por las multinacionales de este gran negocio-, que describe bien la autora, pero además hay otros sociales que son difíciles de negar, pues detrás del dominio a voluntad de la fertilidad también está el desastre demográfico de Occidente y su rampante cifra de divorcios, como también comenta con detalle la Dra. Wilson. Un libro, de fácil lectura y magníficamente ilustrado, que a todos recomiendo.
Sirvan estas ideas para introducir el último libro que hemos publicado en la editorial Digital Reasons, que hemos denominado Regulación Natural de la Natalidad, con el significativo subtítulo de "Una alternativa moral y saludable". Curiosamente, convive una creciente vigilancia y regulación sobre las intervenciones biomédicas en animales, mientras en el terreno de la fecundidad humana y los primeros estadios de la vida parecen admitirse otras cada vez más explícitas y agresivas. La contracepción, como bien indica la Dra. Wilson, autora de este libro, es la única intervención médica que se hace para que deje de funcionar algo que funciona naturalmente bien. Todas las demás se orientan a reparar algo que nuestro organismo no realiza adecuadamente, desde una simple operación de cataratas (los ojos no ven como debieran) hasta otra que intenta atajar un tumor maligno. Los métodos anticonceptivos -en sus diversas variantes, que la autora analizar muy bien- pretenden hacer estéril a una persona que es fértil, siendolo como condición natural a esa persona. Hay otros medios naturales para evitar embarazos, por razones suficientemente relevantes, que se apoyan en cómo funciona la fertilidad humana, en entenderla bien. Por esta razón, porque son naturales, son admitidos por la práctica totalidad de las éticas y credos religiosos. Además, porque son naturales, no tienen ningún efecto secundario, y -por si fuera poco- son prácticamente gratuitas, ya que se apoyan en lo que ya tiene nuestra naturaleza.
Como en el caso de la película de Will Smith, cualquier intervención que atenta contra la naturaleza acaba volviéndose contra ella, tiene efectos secundarios que, en algunas ocasiones, pueden ser catastróficos. En el ámbito de la reproducción humana, hay muchos efectos biológicos -poco comentados por las multinacionales de este gran negocio-, que describe bien la autora, pero además hay otros sociales que son difíciles de negar, pues detrás del dominio a voluntad de la fertilidad también está el desastre demográfico de Occidente y su rampante cifra de divorcios, como también comenta con detalle la Dra. Wilson. Un libro, de fácil lectura y magníficamente ilustrado, que a todos recomiendo.
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