Estimado y admirado Sr. Ruíz Galladón:
Hace unos meses incluí como entrada en este blog una carta abierta dirigida a usted, siendo titular del Ministerio de Justicia, animándole en su batalla por reformar una de las leyes a mi juicio mas nefastas aprobadas por el anterior gobierno, que supone un desprecio hacia la vida de los seres humanos en gestación, los más débiles, los más vulnerables, los que, precisamente por eso, deberian ser primordialmente protegidos por la sociedad.
Ahora me siento en la obligación de volver a escribirle para agradecerle sus esfuerzos durante estos años de continuas presiones -lamentablemente no sólo de fuera, sino también y sobre todo de dentro de su partido-, y su dignidad al poner sus convicciones por delante de sus intereses políticos. Pocos, muy pocos, son los políticos españoles que han dimitido por sus ideas (me permito recordar aquí también a Manuel Pimentel, quien dejó el gobierno de Aznar por una ley de inmigración que consideraba injusta). Las escasas dimisiones están asociadas a chanchullos económicos o singulares meteduras de pata: los demás tragan con cualquier cosa, parece que dejaron su dignidad cuando decidieron entrar en la política. A usted la dimisión le honra. Me parece que continúa su brillante carrera política con una coherencia que no le van a reconocer sus críticos de un lado y de otro. Dimitir por las ideas es la más noble forma de confirmar que uno no vende sus principios por un puñado de votos.
Parece que la clase política española está nerviosa con el vuelco electoral que puede producirse en la próxima primavera. No soy amigo de los populismos, me parece que las revoluciones comienzan con el afán de cambiar una sociedad podrida y acaban engendrando una sociedad tiránica, además más podrida aun que la original. No obstante, el triste espectáculo al que todos los días asistimos: Gurtel, Barcenas, EREs andaluces, Banca Catalana, ITVs, herencia de Puyol, tarjetas de Caja Madrid, generan demasiada presión para que la sociedad española acepte que todo siga igual.
A esto se añade, y a mi me parece todavía más grave que lo anterior, la falta de referentes morales de los politicos españoles, el engaño sistemático de pedirnos el voto para unas cosas y hacer las contrarias. En lugar de políticos profesionales parecen humoristas de salón a los que podría aplicarse perfectamente la famosa frase de Groucho Marx: "estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros".
Espero Sr. Ruíz Gallardón que su marcha de la política no sea definitiva, y le animo a que lidere alguna alternativa al desastre ético que suponen hoy por hoy nuestros partidos políticos, para que no sea necesario elegir entre el populismo bananero de Podemos y la casta sinvergonzona a la que justamente critican. Este país se merece algo más.
Hace unos meses incluí como entrada en este blog una carta abierta dirigida a usted, siendo titular del Ministerio de Justicia, animándole en su batalla por reformar una de las leyes a mi juicio mas nefastas aprobadas por el anterior gobierno, que supone un desprecio hacia la vida de los seres humanos en gestación, los más débiles, los más vulnerables, los que, precisamente por eso, deberian ser primordialmente protegidos por la sociedad.
Ahora me siento en la obligación de volver a escribirle para agradecerle sus esfuerzos durante estos años de continuas presiones -lamentablemente no sólo de fuera, sino también y sobre todo de dentro de su partido-, y su dignidad al poner sus convicciones por delante de sus intereses políticos. Pocos, muy pocos, son los políticos españoles que han dimitido por sus ideas (me permito recordar aquí también a Manuel Pimentel, quien dejó el gobierno de Aznar por una ley de inmigración que consideraba injusta). Las escasas dimisiones están asociadas a chanchullos económicos o singulares meteduras de pata: los demás tragan con cualquier cosa, parece que dejaron su dignidad cuando decidieron entrar en la política. A usted la dimisión le honra. Me parece que continúa su brillante carrera política con una coherencia que no le van a reconocer sus críticos de un lado y de otro. Dimitir por las ideas es la más noble forma de confirmar que uno no vende sus principios por un puñado de votos.
Parece que la clase política española está nerviosa con el vuelco electoral que puede producirse en la próxima primavera. No soy amigo de los populismos, me parece que las revoluciones comienzan con el afán de cambiar una sociedad podrida y acaban engendrando una sociedad tiránica, además más podrida aun que la original. No obstante, el triste espectáculo al que todos los días asistimos: Gurtel, Barcenas, EREs andaluces, Banca Catalana, ITVs, herencia de Puyol, tarjetas de Caja Madrid, generan demasiada presión para que la sociedad española acepte que todo siga igual.
A esto se añade, y a mi me parece todavía más grave que lo anterior, la falta de referentes morales de los politicos españoles, el engaño sistemático de pedirnos el voto para unas cosas y hacer las contrarias. En lugar de políticos profesionales parecen humoristas de salón a los que podría aplicarse perfectamente la famosa frase de Groucho Marx: "estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros".
Espero Sr. Ruíz Gallardón que su marcha de la política no sea definitiva, y le animo a que lidere alguna alternativa al desastre ético que suponen hoy por hoy nuestros partidos políticos, para que no sea necesario elegir entre el populismo bananero de Podemos y la casta sinvergonzona a la que justamente critican. Este país se merece algo más.
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