Las tremendas noticias que nos llegan todos los días de Siria e Iraq, donde los cristianos -y otras minorías religiosas- son asesinados o expulsados a causa de su Fe, ponen en primera página una tremenda consecuencia del fanatismo religioso, donde unos locos se consideran investidos de la voluntad divina para masacrar a quienes no piensan como ellos. "Nunca se puede matar en nombre de Dios", repetía una vez más el Papa Francisco, siguiendo el eco de Benedicto XVI y Juan Pablo II, y tantos otros Papas a lo largo de la Historia reciente. Ante la atrocidad de lo que vemos en los medios de comunicación, salta la pregunta de quién puede considerarse enviado de Dios para hacer esas barbaridades. ¿No es Dios todopoderoso para acabar con sus enemigos? ¿Quién osa interpretar la voluntad de Dios para cometer crímenes? ¿No han leído que el segundo mandamiento de la Ley de Dios es: "No tomarás el nombre de Dios en vano"?
La noticias saltan en el próximo Oriente, pero la persecución religiosa, principalmente de los cristianos, se produce en otros muchos lugares: Nigeria, Corea del Norte, China, Paquistán, Vietnam y un largo etcétera. Los cristianos han sido perseguidos desde el s. I y lo siguen siendo, en cantidades inmensas, en el actual. Pero necesitamos hacer algo al respecto, al menos levantar nuestra voz, decirle al mundo que esta barbarie tiene que terminar, que nadie puede ser perseguido a causa de sus creencias. Dice el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos:
Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia. Desgraciadamente este artículo no se respeta en los países que he citado, donde ser cristiano se paga con la exclusión social, donde convertirse al cristianismo -particularmente en los países islámicos- puede poner en peligro la vida. Acabamos de verlo con Meriam Ibrahim, la joven madre sudanesa condenada a flagelación y muerte por convertirse al cristianismo (afortunadamente ahora libre por las presiones internacionales), o es el caso de Asia Bibi, cristiana paquistaní que lleva varios años en la cárcel por declarar su Fe en Jesús. Lo mismo podemos decir de los obispos católicos condenados a la carcel o al ostracismo en Corea del Norte o China, de las niñas cristianas secuestradas en Nigeria, y de tanto dolor y sufrimiento de nuestros hermanos en la Fe.
Estas barbaridades tienen que terminar. No podemos seguir consistiendo que países que forman parte de NN.UU. y han firmado la Declaración, sigan haciendo burla de ella con sus leyes que denigran, excluyen o persiguen a quien honestamente tiene unas determinadas convicciones. No hay ninguna libertad que se llame con ese nombre si no incluye la libertad de sostener las propias creencias.,
Meriam Ibrahim tras su liberación con el Papa Francisco |
Estas barbaridades tienen que terminar. No podemos seguir consistiendo que países que forman parte de NN.UU. y han firmado la Declaración, sigan haciendo burla de ella con sus leyes que denigran, excluyen o persiguen a quien honestamente tiene unas determinadas convicciones. No hay ninguna libertad que se llame con ese nombre si no incluye la libertad de sostener las propias creencias.,
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