Nuestra sociedad aprecia las cosas que nos acercan a la naturaleza, tanto en su contemplación, como en nuestra forma de vivir. La etiqueta de "ecológico" se ha convertido en un marchamo de calidad, que pueda aplicarse a cosas tan variadas como un jamón o un coche. Como muchas de estas cosas a las que se aplica ese calificativo distan mucho de ser naturales (un electrodoméstico, por ejemplo), se entiende que ecológico significa "bajo consumo", esto es que su funcionamiento se acerca lo más posible, dentro de sus fines últimos, a un funcionamiento natural. Por tanto, será más ecológico el frigorífico que enfríe con menos consumo de energía. En el ámbito de la alimentación, un producto es ecológico cuando tiene menos insumos externos a la cadena natural (pueden ser pesticidas, conservantes o abonos químicos, entre otros). Para el común de los mortales esto implica que es un alimento más sano, puesto que evitamos los efectos negativos que tienen esos añadidos artificiales. Puesto que esos añadidos habitualmente suponen una producción más eficiente (los alimentos son más abundantes o más duraderos), cuando se evitan lo que comemos o bebemos es más caro, pero muchas personas estamos dispuestas a pagar esa diferencia de precio por los beneficios a nuestra salud o al menor impacto ambiental que ese tipo de producción orgánica lleva consigo.
Esto que parece razonable y es cada vez más aceptado por la sociedad occidental choca frontalmente con la actitud más extendida en lo que se refiere a ámbitos que podemos llamar con propiedad de ecología humana, en donde parece que esa cercanía a la naturaleza no se considera con la misma integridad. Esta semana, por ejemplo, he tenido oportunidad de escuchar dos conferencias de una experta mundial en métodos naturales de regulación de la natalidad, la Dra. Mercedes Wilson, que trabaja desde hace muchos años en extender el conocimiento de estos métodos naturales.
El asunto resulta bastante coherente con nuestra mentalidad ecológica. ¿Hay algo más natural que la reproducción humana? ¿por qué entonces no respetamos lo que la naturaleza nos enseña? Si es natural que la mujer no sea fértil más que unos días concretos de su ciclo menstrual, ¿por qué no utilizar esa información para espaciar los nacimientos, si razones serias lo aconsejan, o para facilitar la concepción en casos de infertilidad? Hay una percepción generalizada que los métodos naturales no funcionan o son imposibles de llevar a efecto, pero los datos de la ciencia son abrumadoramente favorables. Por ejemplo, el método desarrollado por los doctores australianos Billings, basado en la observación de la mucosa vaginal, ha mostrado una eficiencia superior al 98% en observaciones realizadas en países tan variados como EE.UU., Canadá, la India, Filipinas o China. Esta eficacia se refiere a evitar los nacimientos, pero también se han hecho algunas experiencias para el tratamiento de la infertilidad. La Dra. Wilson en un reciente experimento con 54 parejas que llevaban más de 3 años intentando concebir, ha observado una tasa de éxito superior al 80% al cabo de tres años de tratamiento, muy superior a la fecundación in vitro y, naturalmente, mucho más económica (coste practicamente cero, solo vitaminas y un gráfico de colores).
En suma los métodos naturales son más eficientes, no tienen efectos secundarios (ni físicos, ni morales), y son muchísimo más baratos que los artificiales. Tal vez sea por eso por lo que son menospreciados, ya que no llevan consigo beneficios para los lobbies farmaceúticos, que silencian los efectos secundarios de los métodos anticonceptivos, mientras que casi nadie se preocupa de los miles de embriones humanos congelados sobrantes de las técnicas de reproducción artificial. Si somos coherentes, una mentalidad cercana a la naturaleza nos llevará también a adoptar hábitos más naturales, no solo en lo consumimos o en lo que comemos, sino también en el respeto de nuestra biología reproductiva.
Termino con un breve vídeo de la Dra. Wilson que explica con sencillez el fundamente e interés del método natural propuesto por los Dres. Billings:
Esto que parece razonable y es cada vez más aceptado por la sociedad occidental choca frontalmente con la actitud más extendida en lo que se refiere a ámbitos que podemos llamar con propiedad de ecología humana, en donde parece que esa cercanía a la naturaleza no se considera con la misma integridad. Esta semana, por ejemplo, he tenido oportunidad de escuchar dos conferencias de una experta mundial en métodos naturales de regulación de la natalidad, la Dra. Mercedes Wilson, que trabaja desde hace muchos años en extender el conocimiento de estos métodos naturales.
El asunto resulta bastante coherente con nuestra mentalidad ecológica. ¿Hay algo más natural que la reproducción humana? ¿por qué entonces no respetamos lo que la naturaleza nos enseña? Si es natural que la mujer no sea fértil más que unos días concretos de su ciclo menstrual, ¿por qué no utilizar esa información para espaciar los nacimientos, si razones serias lo aconsejan, o para facilitar la concepción en casos de infertilidad? Hay una percepción generalizada que los métodos naturales no funcionan o son imposibles de llevar a efecto, pero los datos de la ciencia son abrumadoramente favorables. Por ejemplo, el método desarrollado por los doctores australianos Billings, basado en la observación de la mucosa vaginal, ha mostrado una eficiencia superior al 98% en observaciones realizadas en países tan variados como EE.UU., Canadá, la India, Filipinas o China. Esta eficacia se refiere a evitar los nacimientos, pero también se han hecho algunas experiencias para el tratamiento de la infertilidad. La Dra. Wilson en un reciente experimento con 54 parejas que llevaban más de 3 años intentando concebir, ha observado una tasa de éxito superior al 80% al cabo de tres años de tratamiento, muy superior a la fecundación in vitro y, naturalmente, mucho más económica (coste practicamente cero, solo vitaminas y un gráfico de colores).
En suma los métodos naturales son más eficientes, no tienen efectos secundarios (ni físicos, ni morales), y son muchísimo más baratos que los artificiales. Tal vez sea por eso por lo que son menospreciados, ya que no llevan consigo beneficios para los lobbies farmaceúticos, que silencian los efectos secundarios de los métodos anticonceptivos, mientras que casi nadie se preocupa de los miles de embriones humanos congelados sobrantes de las técnicas de reproducción artificial. Si somos coherentes, una mentalidad cercana a la naturaleza nos llevará también a adoptar hábitos más naturales, no solo en lo consumimos o en lo que comemos, sino también en el respeto de nuestra biología reproductiva.
Termino con un breve vídeo de la Dra. Wilson que explica con sencillez el fundamente e interés del método natural propuesto por los Dres. Billings:
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