domingo, 15 de julio de 2012

En memoria de Sergio

Acabo de recibir la noticia de la muerte de un amigo y discípulo académico, Sergio Opazo, actualmente profesor de la Universidad de Magallanes, en Punta Arenas, la ciudad más austral de Chile. Sergio estuvo con nosotros tres años trabajando en su doctorado, con su familia. Nuestro recuerdo de su paso por Alcalá no puede ser más favorable: una persona alegre, trabajadora, cordial, siempre dispuesto a colaborar, siempre interesado por aprender cosas nuevas. Recuerdo una anécdota que se me quedó especialmente grabada. El día que leía su tesis doctoral, me encontré a Sergio en la iglesia a la que yo solía ir a misa. Era la primera vez que coincidíamos allí, y le pregunté por qué había ido ese día. Me contestó: "Porque hoy había que hacer primero lo importante". Había ido a estar con Jesucristo, a recibirle sacramentalmente en la Santa Misa. Por decirlo así, había querido invitar a Dios a la lectura de su tesis, tenerle más cerca en un día tan especial para él.
Ahora, Dios ha decidido llamar a Sergio a su presencia, de una manera súbita, un infarto fulminante, que a todos los que le queriamos nos deja un gran vacío.  La muerte de cualquier persona es un interrogante, pero cuando se nos va alguien joven, con tanto por andar, nuestra perplejidad se une al dolor y parece que entendemos todavía menos. Alguien puede pensar que no tenemos por qué entender, pues esta vida es absurda, no tiene por qué obedecer a ninguna lógica. La muerte solo es el fin, no hay nada mas. Triste visión. Para un cristiano, para alguien con fe, el interrogante sigue siendo muy doloroso, pero no es absurdo, tiene una lógica que se ancla en la eternidad. Ahora estoy en un pueblecito de Andorra, que cuenta con varios funiculares, ahora inactivos. Si pensamos que el cable se sujeta solo en los postes que vemos, no existe lógica. Hay otros postes que están más allá de la vertiente que observamos; si no, el cable tendría un equilibrio absurdo. Nosotros tenemos postes que vemos, que nos apoyan, pero hay otros postes que sólo se apoyan más allá de la vertiente de nuestro horizonte material, que están anclados en la eternidad, donde todas las piezas encajan.
A veces cuesta entender a Dios, parece ausente, indiferente a nuestro dolor y nos revelamos contra lo que vemos como injusticias vitales, pero esa no es la respuesta final. Tras la muerte no está el vacío, sino el principio de algo nuevo: "Y vi un cielo nuevo y una nueva tierra" (Apocalipsis 21, 1).
Querido Sergio, ahora estás más cerca. No al otro lado del mundo, en la punta de América, sino en el otro mundo, pero también a nuestro lado.

4 comentarios:

  1. Héctor Francisco del Valle16 de julio de 2012, 17:33

    Muchas gracias por tus palabras a las que adhiero con dolor por la partida tan temprana, y como dice San Agustín, la muerte no es el final.

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    1. La noticia es triste para los que conocimos la calidad humana de Chicho. Mis condolencias a su esposa, hija y allegados. Como aseguras Emilio, la muerte, para los creyentes en Cristo, no es una derrota, como escribió el apóstol San Pablo: ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu VICTORIA? 1 Corintios 15:55
      Gracias Emilio por mantener esa fe en Jesucristo en un mundo tan incrédulo y materialista

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  2. Muy bellas palabras de mi amigo, se bien que cumplió un sueño que comenzamos juntos al irse a España contigo y que donde esté velará por su familia y amigos.

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  3. Mis condolencias para su familia, por la irreparable pérdida de un gran amigo. Chicho nos abrió las puertas de su casa en Alcalá a tres becarios sudamericanos que lo admirábamos por los logros conseguidos, por su carácter, por su paciencia. Una persona excepcionalmente buena. Tuve la oportunidad de trabajar con él, y admito que me contagió su energía de vivir y hacer bien las cosas. Gracias Chicho!!!

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