"Una auténtica fe -que nunca es cómoda e individualista– siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra. Amamos este magnífico planeta donde Dios nos ha puesto, y amamos a la humanidad que lo habita, con todos sus dramas y cansancios, con sus anhelos y esperanzas, con sus valores y fragilidades" (Papa Francisco, Evangelii Gaudium, 2013, n. 183)
domingo, 15 de abril de 2012
El pecado del señor obispo
En España hay aproximadamente 74 obispos, que seguramente predicarían en alguno de los casí 23,000 templos en los que se ha celebrado la Semana Santa en nuestro país. Los temas sobre los que han predicado parece que no interesan mucho a los medios de comunicación pública, con excepción de la homilia -o mejor dicho una pequeña parte de la homilia- que pronunció el obispo de Alcalá de Henares el Viernes Santo y que ha sido objeto de magro escandalo para unos cuantos. Como vivimos en un mundo donde la información es muy accesible, la primera cosa que deberíamos hacer antes de emitir una opinión sobre algún asunto es conocerlo de primera mano. He visto alguno de los vídeos que se han publicado sobre el "pecado" del obispo de Alcalá, que nada más y nada menos que se atrevió a utilizar la televisión pública para supuestamente atacar a los homosexuales. La mayor parte de los vídeos que están colgados se limitan a los 23 segundos que duró su referencia al tema, naturalmente sin hacer alusión al hilo conductor de su homilia, y sazonados con múltiples escarnios a tales palabras. Inserto en mi comentario uno de esos videos, un poco más largo (4 minutos) que los citados, pero que permite situar mejor de qué estaba hablando el obispo de Alcalá. Juzga por ti mismo.
A mi modo de ver, es obvio que el obispo no estaba hablando de la homosexualidad, sino del pecado, y que entre los muchos ejemplos que puso de pecado social (la infidelidad matrimonial, la avaricia de algunos empresarios, la falta de responsabilidad de algunos trabajadores, el aborto...) también citó la homosexualidad. Me ahorro las lindezas que le han dedicado al bueno de D. Juan Antonio, persona afable donde las haya, naturalmente sin citar el entorno de sus palabras, y asumiendo que considerar la homosexualidad como inmoral es equivalente poco menos que a quemar en la hoguera a los homosexuales. Sentir atracción por alguien del mismo sexo es una cosa, y tener relaciones homosexuales, otra. Para el cristianismo, sólo es inmoral la segunda actitud, con la misma distancia entre las dos situaciones que media entre que un casado sienta la atracción por la mujer de otro y que se fugue con ella. Por otro lado, que un cristiano esté en desacuerdo con la homosexualidad no quiere decir que no pueda tratar con afecto y amistad a los homosexuales.
Entonces, el pecado del señor obispo fue más bien hablar del pecado, algo que la sociedad postmoderna rechaza como propio del periodo de los dinosaurios, pero que está tan enraizado en la conciencia humana que acaba venciendo cualquier tendencia a ponerlo entre paréntesis. Sentirse mal por hacer cosas que no son correctas es tan natural a la condición humana como el deseo de mejorarlas. Sin pecado no hay arrepentimiento ni deseos de enmendar actuaciones equivocadas. Quien diga que no yerra es un arrogante o ingenuo, que le falta recordar la máxima inscrita en el oráculo de Delfos: "conócete a ti mismo".
Algunos piensan que la educación se basa en evitar cualquier tensión, principalmente las que llevan a reprimir nuestras tendencias negativas y reforzar las positivas. La represión se vende mal en nuestros tiempos; parece que sólo sirve para crear complejos. Me parece que nos pasa como a los ríos: si el agua corre sobre un valle sin límites, no profundiza; necesita estar encajado, tener limites claros. Asumir que cualquer tendencia natural del ser humano es buena, es seguir en el rousonismo del siglo XVIII, que tan nefasto se ha mostrado. Sin un sentido de lo que es bueno y malo, es imposible mejorar. Una sociedad sin valores objetivos de lo que es bueno (virtud) y malo (pecado) acaba convirtiéndose en una tribu urbana.
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