Con la frescura y el detalle de quien ha vivido los acontecimientos en primera persona, San Juan nos cuenta en su Evangelio su primer encuentro con Jesús, que le cambió radicalmente la vida. Juan era un joven idealista, con ganas de cambiar el mundo y cambiarse a sí mismo, con un corazón dispuesto a darse del todo. Juan era discípulo del otro Juan, el Bautista, que había formado en torno a la fuerza de su empuje espiritual, una buena cantidad de discípulos. Pero Juan no era el Mesías, sino sólo el precursor. Una mañana, estaban Juan y Andrés, dos de sus discípulos más queridos, escuchándole. En ese momento, pasó Jesús por allí y Juan Bautista le identifica inmediatamente: "Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios.» Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús.Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: «¿Qué buscáis?» Ellos le respondieron: «Rabbí - que quiere decir, "Maestro" - ¿dónde vives?» Les respondió: «Venid y lo veréis.» Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima" (San Juan, 1: 36-39). Hasta de la hora exacta se acuerda uno de esos dos jóvenes, cuando redactó su Evangelio casi 70 años más tarde.
Venid y veréis. Para encontrar a Jesús hace falta tomar la iniciativa; no puedes encontrar a Jesús sólo esperándole, a ver si pasa en algún momento por la mediocridad de tu vida. No; es preciso hacer algo, salir de uno mismo, buscar, ir... y entonces se ve, porque quien busca a Jesús, acaba encontrándolo y, lo más importante, acaba amándolo, haciéndolo parte inseparable de su vida.
Venid y veréis. Estamos ya muy cerca de la Jornada Mundial de la Juventud. Habrá muchos eventos, habrá una gran fiesta espiritual, habrá
multitudes, habrá también reacciones negativas, dirán unos, dirán otros, habrá ruido... yo tan solo te recomiendo lo mismo que dijo Jesús a esos dos jóvenes, que también sintieron curiosidad por quien su maestro les recomendaba. No les instruyó con un largo discurso, no les mostró señales extraordinarias, no les prometió nada; tan sólo "Venid y veréis". Ojalá, en estas jornadas tan impresionantes que se avecinan tengamos todos, jóvenes o menos jóvenes, el coraje de apreciar con nuestros sentidos, de valorar con nuestra inteligencia, lo que está pasando. Ojalá no nos quedamos sólo en lo externo, en lo que los otros dicen que pasa, sino en lo que nosotros veamos que pasa. Para eso habrá que tomar la iniciativa, estar ahí, escuchar, ver, sentir, reflexionar, examinarnos, sin miedo a descubrir que tal vez hay cosas en nuestra vida que nos deterioran, que tenemos que cambiarlas, mirar más alto, ser más felices: Ven y verás.
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