No me gustan especialmente las multitudes, prefiero los grupos pequeños, pero hay momentos singulares en los que una muchedumbre puede convertirse en una reunión cercana, casi en una familia. Esto pasó ayer en el aeródromo de Cuatro Vientos. Estábamos juntos una multitud inmensa, de países que uno apenas conoce por los Atlas. Había jóvenes católicos iraquíes, paquistaníes, palestinos, sudaneses, chinos... que sufren en sus carnes, todos los días, el odio religioso, que les explota iglesias, les condena al destierro, a la cárcel, o a la marginación social. Había jóvenes de países occidentales en donde ser cristiano "ha pasado de moda ", donde la fe se ridiculiza, identificándola con una ideología de mentes retrasadas. Había jóvenes de países africanos y asiáticos, donde la fe es pujante, vibrante, se identifica con la esperanza de algo nuevo, que supera el pesimismo de una vida sufriente. Había jóvenes de todas las razas, unidos por la alegría de estar con un padre común, de alguien que les da unidad, que les convoca para un mismo ideal de cambiar el mundo, cambiando ellos primero. Siguiendo a Juan Pablo II, Benedicto XVI no habla a los jóvenes complacientemente, les pide más: entrega, compromiso vital, oración, frecuencia de Sacramentos, participar en la vida de la Iglesia, construirla, transmitirla íntegra a los que vendrán.
El Papa nos recordó que la Iglesia no es sólo una institución humana, sino es principalmente la continuación de la vida de Jesús entre nosotros. Los seres humanos somo sociales por naturaleza, tendemos a construirnos en el seno de una familia, donde somos queridos por quien somos, independientemente de nuestras cualidades. Así la fe también se construye sobre la experiencia y el amor de los otros cristianos. "Tener fe es apoyarse en la fe de tus hermanos, y que tu fe sirva igualmente de apoyo para la de otros. Os pido, queridos amigos, que améis a la Iglesia, que os ha engendrado en la fe, que os ha ayudado a conocer mejor a Cristo, que os ha hecho descubrir la belleza de su amor". Por eso, el Papa nos animaba a todos, jóvenes y menos jóvenes, a subrayar la importancia de "vuestra gozosa inserción en las parroquias, comunidades y movimientos, así como la participación en la Eucaristía de cada domingo, la recepción frecuente del sacramento del perdón, y el cultivo de la oración y meditación de la Palabra de Dios.
Como fruto de una vida de oración y un trato con Jesús más intenso, "nacerá también el impulso que lleva a dar testimonio de la fe en los más diversos ambientes, incluso allí donde hay rechazo o indiferencia. No se puede encontrar a Cristo y no darlo a conocer a los demás. Por tanto, no os guardéis a Cristo para vosotros mismos. Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe".
Me parece que éste es el mejor resumen de la estancia de Benedicto XVI en España: animarnos a todos a entusiasmarnos con la fe, con la amistad con Jesús, y a mostrar esa alegría a los demás.
Discurso completo de Benedicto XVI en la Eucaristía de Cuatro Vientos