Ayer finalmente pude ver “La última cima”, una película-documental sobre la vida y la muerte de Pablo Domínguez Prieto, un sacerdote a quien había tenido la suerte de tratar bastante cuando éramos bastante jóvenes. Tenía ganas de ver esa película, que según me han comentado, ha tenido un éxito enorme en los cines españoles y ahora lo está teniendo en las tiendas de DVD. Más de 125.000 espectadores sólo en España para una película que no tiene efectos especiales, actores conocidos, sexo o violencia es realmente una cifra impresionante.
La película me ha parecido excelente. Se ve bien, el ritmo es adecuado; exalta la figura de Pablo, pero también muestra su lado humano, está teñida de testimonios personales, de gente que le trató cercanamente, revisa sus virtudes y sus amigos, la gente en la que dejó una gran huella. Es, a la vez, un panegírico de la figura del sacerdote, tan maltratado en los últimos años, tan injustamente en muchas ocasiones. Juan Manuel Cotelo acaba la película dando las gracias a tantos sacerdotes anónimos, a los que acudimos para casarnos, bautizar a nuestros hijos, o enterrar a nuestros muertos, tantas veces sin conocer lo más mínimo de sus personas, de sus caracteres, de sus luchas y, por qué no, de sus penas y enfermedades. El sacerdote está tantas veces solo… cuando ha elegido estarlo para estar con los demás. Como bien dice uno de los entrevistados, ha decidido no comprometerse con una mujer, para poder comprometerse con todos, para estar abierto siempre a quien lo necesite.
Pablo ciertamente era un magnífico ejemplo de sacerdote. No todos son tan alegres, brillantes oradores, doctos, entusiastas o generosos. Cada uno tiene sus virtudes y sus limitaciones. Quien ha elegido ser sacerdote, ha apostado lo que tenía, poco o mucho. Pablo tenía mucho y lo apostó por completo. El Señor le concedió el premio gordo. Murió en la montaña, como él quería, quizá intentando salvar a su compañera de excursión, nadie lo sabe. Solo sabemos que hasta el final se dio por completo. Acababa de predicar un curso de retiro a las monjas de Tulebras (también te recomiendo el libro que recoge esa predicación: Hasta la Cumbre). Quienes le escucharon en esos días recuerdan que su predicación fue entusiastamente y profunda. “La muerte sólo es la puerta, lo importante es lo que hay detrás de la puerta”, dijo en esos días, dos antes de encontrar su propia muerte. Ahora ya está con Jesús, disfrutando de una vida de gozo para siempre.
Nuestra última conversación, en un curso de verano en Aranjuez, fue llena de proyectos y de sentido positivo de la vida. Este es mi recuerdo de Pablo, una persona que sabía sonreír, que transmitía alegría, que irradiaba gozo porque tenía un amor muy grande a Dios, que lo explicaba todo.
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