Quedan apenas unas semanas para que concluya el año de la Misericordia, propuesto por el papa Francisco para recordar a todos los cristianos la infinita comprensión que Dios tiene con nosotros, pero también para interpelarnos a que seamos imagen viva de esa misericordia en los demás. Quizá la mejor imagen de la misericordia cristiana es la parábola del buen samaritano que propuso Jesús como respuesta a una pregunta "legalista" de un rabino con el que dialogaba. -"¿Quién es mi prójimo?" le preguntó, y Jesús le dio una imagen muy gráfica de cómo ser prójimo, próximo, indicándole cómo se aplica el precepto del amor a los demás: a todos y siempre.
Bien tomaron nota los primeros cristianos de lo que significa el amor al prójimo, y desde el inicio de la Iglesia su multiplicaron las manifestaciones de fraternidad que abarcaba a todos. "Nadie pasaba necesidad", nos dice el libro de los Hechos de los Apóstoles, porque cada uno procuraba proveer con sus bienes. De esa primitiva caridad de la Iglesia han surgido literalmente miles de iniciativas que a lo largo de la Historia nos muestran el rostro amable de Jesús, en las acciones de quienes se consideran sus discípulos. Hospitales, hospicios, escuelas, talleres profesionales, universidades, hospederías, casas de acogida, y un larguísimo etcétera que ha jalonado la historia de la Iglesia a lo largo de los últimos veinte siglos.
Este es el mejor resumen del nuevo libro que publica Santiago Cantera, profesor de Historia en el CEU y ahora prior del monasterio del Valle de los caídos. La acción social de la Iglesia en la Historia es un repaso a las múltiples labores sociales que han emprendido las instituciones católicas a lo largo de su historia. Evidencia que la auténtica caridad cristiana no es mera limosna piadosa, como muchas veces se insiste en decir, sino que tiene una raíz muy profunda para el cristiano y que se puede manifestar de muchas maneras en la atención espiritual y material al prójimo: limosna, atención sanitaria, enseñanza, consejo, consuelo, etc.; y, por supuesto, la oración por las necesidades ajenas y por los difuntos, y la difusión de la fe de salvación (evangelización), como el mayor don que uno puede transmitir.
Para quien resume la historia de la Iglesia en las Cruzadas, la Inquisición y Galileo, le vendrá muy bien ampliar su visión con este texto, profusamente documentado, que muestra con hechos que la Iglesia prefiere "dar trigo", resolver problemas reales de las personas, en lugar de darse autobombo. Quien pone los ojos en Dios que todo lo ve no necesita hacer propaganda, porque no tiene su meta en ser aplaudido por los hombres. Ahora bien, sería muy injusto no tener en cuenta ese rastro inmenso de bien que han hecho los católicos a lo largo de los siglos, imposible de recoger en un solo texto. Obviamente, también ha habido sombras -la Iglesia está formada por seres humanos, con toda su fragilidad-, pero no puede juzgarse objetivamente, hacer un balance, sin conocer a fondo las luces, muy extensas, que jalonan su desarrollo histórico.
Bien tomaron nota los primeros cristianos de lo que significa el amor al prójimo, y desde el inicio de la Iglesia su multiplicaron las manifestaciones de fraternidad que abarcaba a todos. "Nadie pasaba necesidad", nos dice el libro de los Hechos de los Apóstoles, porque cada uno procuraba proveer con sus bienes. De esa primitiva caridad de la Iglesia han surgido literalmente miles de iniciativas que a lo largo de la Historia nos muestran el rostro amable de Jesús, en las acciones de quienes se consideran sus discípulos. Hospitales, hospicios, escuelas, talleres profesionales, universidades, hospederías, casas de acogida, y un larguísimo etcétera que ha jalonado la historia de la Iglesia a lo largo de los últimos veinte siglos.
Este es el mejor resumen del nuevo libro que publica Santiago Cantera, profesor de Historia en el CEU y ahora prior del monasterio del Valle de los caídos. La acción social de la Iglesia en la Historia es un repaso a las múltiples labores sociales que han emprendido las instituciones católicas a lo largo de su historia. Evidencia que la auténtica caridad cristiana no es mera limosna piadosa, como muchas veces se insiste en decir, sino que tiene una raíz muy profunda para el cristiano y que se puede manifestar de muchas maneras en la atención espiritual y material al prójimo: limosna, atención sanitaria, enseñanza, consejo, consuelo, etc.; y, por supuesto, la oración por las necesidades ajenas y por los difuntos, y la difusión de la fe de salvación (evangelización), como el mayor don que uno puede transmitir.
Para quien resume la historia de la Iglesia en las Cruzadas, la Inquisición y Galileo, le vendrá muy bien ampliar su visión con este texto, profusamente documentado, que muestra con hechos que la Iglesia prefiere "dar trigo", resolver problemas reales de las personas, en lugar de darse autobombo. Quien pone los ojos en Dios que todo lo ve no necesita hacer propaganda, porque no tiene su meta en ser aplaudido por los hombres. Ahora bien, sería muy injusto no tener en cuenta ese rastro inmenso de bien que han hecho los católicos a lo largo de los siglos, imposible de recoger en un solo texto. Obviamente, también ha habido sombras -la Iglesia está formada por seres humanos, con toda su fragilidad-, pero no puede juzgarse objetivamente, hacer un balance, sin conocer a fondo las luces, muy extensas, que jalonan su desarrollo histórico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario