Hoy es la fiesta de la Virgen del Pilar, que coincide con la celebración del día nacional, en recuerdo de la conquista de Granada y del descubrimiento "europeo" de América. Tres cuestiones que están mucho más relacionadas de lo que parece, puesto que la conmemoración de nuestra Patrona está tan metida en las entrañas culturales de nuestro país como para ser un factor decisivo del final de la Reconquista y del impulso aventurero, en buena parte evangelizador, que permitió colonizar todo un continente.
Seguramente será el nuestro uno de los pocos países donde buena parte de los intelectuales sienten verguenza de su Historia, o quizá de lo que entienden o malentienden de ella. En lugar de subrayar las grandes aportaciones de nuestro país al desarrollo humano, nos afanamos en evidenciar sus excesos, en subrayar sus carencias o en deformar sus motivaciones. Es llamativo que la famosa "leyenda negra" que tejió la intelectualidad protestante y/o antiespañola en los siglos XVII a XIX siga sustentando buena parte de las opiniones de nuestros profesores y, por ende, de los alumnos a quienes enseñan.
Para muchos seguramente hubiera sido mucho más conveniente que los pueblos germanos que invadieron nuestro país en los siglos V a VI no se hubieran convertido al cristianismo, y así todos ahora podríamos adorar a Odín, Thor o Njord, a reverenciar los árboles o a seguir organizando aquelarres. Para otros, lo ideal hubiera sido mantenernos como imperio musulmán, ser gobernados ahora por clérigos, disfrutar de las llamadas a la oración a las 5 de la mañana, practicar un mes de ayuno y generalizar los velos femeninos. Naturalmente, todo ello en aras de la progresía y el buen gusto, pues claro está que todo es mejor que ser cristianos.
Pero lo cierto es que en nuestra historia real, fue el cristianismo quien fundamentó nuestro desarrollo social, cultural y económico. Fueron instituciones cristianas las que fundaron universidades, hospitales, escuelas, hospicios, y hasta cajas de ahorro (un capitalismo social tristemente eliminado por los partidarios del liberalismo o socialismo capitalista, que para el caso es casi lo mismo). Fue la inspiración cristiana la que promovió la protección de los derechos de los indígenas en América, frente a los excesos de quienes abusaban de la lejanía al poder real. Fue el universo cultural cristiano quien fundamentó nuestro siglo de oro, en la literatura, la pintura o la mística. Nuestros mejores monumentos son catedrales (desde las góticas las modernistas), los españoles más ilustres, mas conocidos y citados internacionalmente, fueron -y en buena medida siguen siendo- nuestros santos. ¿Cuándo empezaremos a entender nuestra Historia? Quizá cuando se consiga la suficiente honestidad intelectual para salvar los prejuicios y se comience a analizar los hechos al margen de la ideología.
Seguramente será el nuestro uno de los pocos países donde buena parte de los intelectuales sienten verguenza de su Historia, o quizá de lo que entienden o malentienden de ella. En lugar de subrayar las grandes aportaciones de nuestro país al desarrollo humano, nos afanamos en evidenciar sus excesos, en subrayar sus carencias o en deformar sus motivaciones. Es llamativo que la famosa "leyenda negra" que tejió la intelectualidad protestante y/o antiespañola en los siglos XVII a XIX siga sustentando buena parte de las opiniones de nuestros profesores y, por ende, de los alumnos a quienes enseñan.
Para muchos seguramente hubiera sido mucho más conveniente que los pueblos germanos que invadieron nuestro país en los siglos V a VI no se hubieran convertido al cristianismo, y así todos ahora podríamos adorar a Odín, Thor o Njord, a reverenciar los árboles o a seguir organizando aquelarres. Para otros, lo ideal hubiera sido mantenernos como imperio musulmán, ser gobernados ahora por clérigos, disfrutar de las llamadas a la oración a las 5 de la mañana, practicar un mes de ayuno y generalizar los velos femeninos. Naturalmente, todo ello en aras de la progresía y el buen gusto, pues claro está que todo es mejor que ser cristianos.
Pero lo cierto es que en nuestra historia real, fue el cristianismo quien fundamentó nuestro desarrollo social, cultural y económico. Fueron instituciones cristianas las que fundaron universidades, hospitales, escuelas, hospicios, y hasta cajas de ahorro (un capitalismo social tristemente eliminado por los partidarios del liberalismo o socialismo capitalista, que para el caso es casi lo mismo). Fue la inspiración cristiana la que promovió la protección de los derechos de los indígenas en América, frente a los excesos de quienes abusaban de la lejanía al poder real. Fue el universo cultural cristiano quien fundamentó nuestro siglo de oro, en la literatura, la pintura o la mística. Nuestros mejores monumentos son catedrales (desde las góticas las modernistas), los españoles más ilustres, mas conocidos y citados internacionalmente, fueron -y en buena medida siguen siendo- nuestros santos. ¿Cuándo empezaremos a entender nuestra Historia? Quizá cuando se consiga la suficiente honestidad intelectual para salvar los prejuicios y se comience a analizar los hechos al margen de la ideología.
Yo matizaría el carácter católico de nuestra historia, no cristiano en general. Eso explicaría la ausencia de matemáticos, químicos, físicos, biólogos, músicos, etc. en nuestra historia, motivo del atraso histórico tecnológico. Cuál es sino la causa de que Francia, Inglaterra o Alemania acapararan históricamente todos esos grandes científicos, pensadores o músicos?
ResponderEliminarNo entiendo bien su comentario. Que no tengamos muchos científicos experimentales en nuestra historia es algo más complejo que no permite achacarlo a nuestra tradición católica, puesto que otros países católicos que usted cita (Francia, Alemania) o que no cita (Italia, Polonia) sí han tenido esos desarrollos. Por otra parate, no debería ser muy malo nuestro desarrollo tecnológico cuando conseguimos colonizar un nuevo continente en el s. XV-XVI: para navegar a América hace falta saber astronomía, cartografía y, por supuesto, matemáticas, que es la base de las anteriores.
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