Si enfocamos la situación en España, el libro del profesor San Miguel no puede ser más oportuno. ¿Dónde están los políticos inspirados por principios cristianos? No hablo naturalmente de los "católicos oficiales" (a Dios gracias ya van quedando pocos), sino de líderes con un auténtico sentido de la justicia, el bién común, la honestidad, o la política como servicio. En medio de las conversaciones (¿o mejor decir reyertas?) entre partidos por conseguir el ansiado sillón, resulta consolador conocer mejor la Historia, entender que es posible hacer política de otra manera, descubrir otras referencias en líderes que, con un auténtico sentido cristiano, supieron mirar más allá, perdonar y construir juntos, sociedades que han sido -me atrevo a afirmar- culmen de una concepción verdaderamente integral del progreso.
"Una auténtica fe -que nunca es cómoda e individualista– siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra. Amamos este magnífico planeta donde Dios nos ha puesto, y amamos a la humanidad que lo habita, con todos sus dramas y cansancios, con sus anhelos y esperanzas, con sus valores y fragilidades" (Papa Francisco, Evangelii Gaudium, 2013, n. 183)
domingo, 31 de enero de 2016
Los políticos que necesitamos
Si enfocamos la situación en España, el libro del profesor San Miguel no puede ser más oportuno. ¿Dónde están los políticos inspirados por principios cristianos? No hablo naturalmente de los "católicos oficiales" (a Dios gracias ya van quedando pocos), sino de líderes con un auténtico sentido de la justicia, el bién común, la honestidad, o la política como servicio. En medio de las conversaciones (¿o mejor decir reyertas?) entre partidos por conseguir el ansiado sillón, resulta consolador conocer mejor la Historia, entender que es posible hacer política de otra manera, descubrir otras referencias en líderes que, con un auténtico sentido cristiano, supieron mirar más allá, perdonar y construir juntos, sociedades que han sido -me atrevo a afirmar- culmen de una concepción verdaderamente integral del progreso.
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