sábado, 5 de octubre de 2013

La virginidad de la Virgen (II)

Dediqué mi última entrada a dar argumentos escriturísticos que muestran como la interpretación correcta de la Sagrada Escritura avala que podamos llamar Virgen a la Madre de Jesús, que no contradice algunos párrafos donde una interpretación literal -particularmente cuando se desconoce la lengua en que está escrito el texto original- podría llevar a equívocos. Por esa razón, parece razonale acudir a la opinión de quienes interpretaron los textos de la Sagrada Escritura en fecha muy cercana a cuando fueron escritos. El criterio protestante de "sola Escritura" ha sido positivo para valorar la importancia de la Biblia como fundamento de la Fe, pero ha tenido el efecto muy negativo de abrir paso a múltiples interpretaciones del mismo texto, obviando la Tradición (cómo lo interpretaron los antiguos cristianos) o el Magisterio de la Iglesia (la autoridad moral para hacerlo). Esto aplica a muchos temas controvertidos desde la Reforma protestante, como la presencia real de Jesús en la Eucaristía, el significado del sacerdocio y de otros sacramentos, las relaciones entre la Fe y las obras, etc., y es la responsable -en última instancia- de la enorme cantidad de divisiones en el seno del protestantismo (unas 12.000 iglesias cristianas, la mayor parte creadas después de Lutero).
En el caso que hoy nos ocupa, indicabamos en la última entrada que la expresión hermanos de Jesús  que aparece en varios pasajes de la Biblia, no contradice que María no tuviera otros hijos, puesto que es razonable entenderlo como parientes cercanos, ya sea hijos de un matrimonio previo de San José, o hijos de algún hermano de José o de María. La primera interpretación es la que le da la Iglesia ortodoxa y la mayor parte de las iglesias orientales, que son firmes partidarias de la Virginidad perpetua de María; la segunda es más común entre la Iglesia católica y parte de la anglicana. Conviene resaltar que entre los escritores antiguos de reconocida autoridad, sólo Tertuliano es partidario de interpertar literalmente la expresión "hermanos de Jesús", y lo hizo en el marco de sus disputas sobre la realidad de la Encarnación (esto es, para mostrar, que Jesús era hombre verdadero, pues tenía también hermanos). Conviene recordar que Tertuliano acabó sus días siguiendo una secta rigorista (los montanistas), y por tanto fuera de la comunión de la Iglesia. Entre los Padres de la Iglesia y escritores cristianos más antiguos, es prácticamente unánime la interpretación de que los hermanos de Jesús son parientes o hermanos de padre, y que, por tanto, María puede considerarse con propiedad como siempre Virgen. Este es el caso de San Ignacio de Antioquía y Orígenes (ambos del s. II), de Eusebio de Cesarea, San Atanasio, San Efrén y un largo etcétera  (hay numerosas citas de estos autores en este magnífico blog).
Resulta muy sintomático que San Jerónimo, a quien debemos la traducción latina de la Sagrada Escritura, quien conocía perfectamente las lenguas originales (vivió en Palestina numerosos años), es completamente partidario de la virginidad de María, y defiende que la interpretación del término hermanos (que el mismo utiliza en la Vulgata) es el de primos.
Cuando interpetamos lo que quería decir Sócrates, parece razonable que estudiemos lo que de él decía Platón, que era su discípulo directo. Cuando queremos saber lo que significa determinado pasaje de la Biblia, también parece razonable preguntar a quien lo leyó en su idioma original o a quien lo escuchó por tradición oral directa. Ellos indudablemente tienen más probabilidad de interpretarlo correctamente que cualquier exégeta o lider religioso de los siglos XVII a XXI. No solo es cuestión de fe, sino más bien de sentido común.

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