Cuando hablamos de ideología, en términos coloquiales, hacemos referencia a las diversas opiniones sobre un tema determinado, ya sea en cuestiones políticas, sociales o culturales. En este sentido, tener ideología es tan propio de la naturaleza humana como pensar. Ahora bien, si aplicamos el concepto más estricto de la palabra, el que se deriva de la escuela filosófica que denominamos "idealismo", muy ligado a la tradición alemana, y singularmente a Kant, ideología es el esquema mental que aplicamos a interpretar la realidad, puesto que la realidad no es el origen del conocimiento, sino en la medida en que nuestras propias ideas la iluminan e interpretan. En esta acepción, que forma parte clave de la forma de pensar de nuestros contemporáneos, ideología es un esquema mental, que se aplica a la realidad y, si es preciso, la deforma para que encaje en dicho esquema. En este sentido, es muy frecuente que las ideologías se pongan por delante de las realidades, a veces de modo tan evidente que resulta realmente sorprendente que personas inteligentes sigan manteniendo unos determinados postulados pese a que los hechos los desmientan categoricamente. Podemos poner muchos ejemplos de esta actitud, desde las tendencias políticas o sindicales, hasta las deportivas o culturales.
Un ejemplo nítido de lo que estoy diciendo es la denominada "ideología de género", que se considera un postulado sobre el que no cabe disensión. Lejos de garantizar la igual dignidad a hombres y mujeres, simplemente elimina las diferencias entre sexos, so capa de un igualitarismo que acaba volviéndose contra el propio ser humano, pues no se apoya en la realidad, para empezar en la realidad biológica, que aunque no determina al ser humano, le condiciona bastante. Me hacía notar un amigo biólogo hace años que hay más diferencias genéticas entre un hombre y una mujer que entre un sueco y un aborigen australiano (nada menos que un cromosoma, con sus genes asociados). Por ello, parece razonable que haya diferencias en el modo en que hombres y mujeres enfocamos lo cotidano, y que eso se traduzca en múltiples ámbitos, desde el laboral hasta el educativo, logicamente manteniendo lo que he dicho, que ambos tenemos la misma dignidad y derechos. Recomiendo la lectura de un reciente libro de María Calvo sobre este tema: Alteridad Sexual. La verdad intolerable, que ha publicado la editorial Digital Reasons. Os dejo con una breve explicación de la propia autora.
Un ejemplo nítido de lo que estoy diciendo es la denominada "ideología de género", que se considera un postulado sobre el que no cabe disensión. Lejos de garantizar la igual dignidad a hombres y mujeres, simplemente elimina las diferencias entre sexos, so capa de un igualitarismo que acaba volviéndose contra el propio ser humano, pues no se apoya en la realidad, para empezar en la realidad biológica, que aunque no determina al ser humano, le condiciona bastante. Me hacía notar un amigo biólogo hace años que hay más diferencias genéticas entre un hombre y una mujer que entre un sueco y un aborigen australiano (nada menos que un cromosoma, con sus genes asociados). Por ello, parece razonable que haya diferencias en el modo en que hombres y mujeres enfocamos lo cotidano, y que eso se traduzca en múltiples ámbitos, desde el laboral hasta el educativo, logicamente manteniendo lo que he dicho, que ambos tenemos la misma dignidad y derechos. Recomiendo la lectura de un reciente libro de María Calvo sobre este tema: Alteridad Sexual. La verdad intolerable, que ha publicado la editorial Digital Reasons. Os dejo con una breve explicación de la propia autora.
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