viernes, 19 de abril de 2013

Nuestra relación con Naturaleza: ¿admirar o transformar?

Estoy estos días en las inmediaciones de dos rasgos geográficos verdaderamente admirables, pero en cierto sentido contradictorios. Dos portentos que se relacionan con el agua: la segunda presa más grande del mundo, Itaipú, en la frontera entre Brasil y Paraguay, y las cataratas del Iguazú, en la frontera entre Brasil y Argentina. Ambas mueven una enorme cantidad de recursos económicos: una al generar una inmensa cantidad de energía (el equivalente a 15 centrales nucleares), y otra por el gran flujo de turistas que vienen a contemplar esta maravilla natural. La primera supone un ingente obra de transformación de la naturaleza en beneficio del ser humano; la segunda, una inspiración portentosa para admirar la belleza de la Creación, para enriquecer nuestro espíritu con la contemplación de lo que nos supera. La misma criatura que es capaz de dominar un rio, extrayendo de su caída una energía que domestica, mira asombrado la caída de otro rio. Tanto la presa como como las cataratas suscitan un sentimiento de impresión trascendente. La obra de ingeniería tiene unas dimensiones tan colosales que uno se pregunta cómo es posible que un ser tan incapaz de sobrevivir por sí mismo pueda levantar muros de cientos de metros de alto, de kilómetros de longitud, desplazando millones de toneladas de rocas. He tenido la suerte de estar en la base de la presa, a más de 160 m por debajo del nivel del embalse, contemplar la estructura de hormigón armado, que más de 40.000 trabajadores tardaron casi 8 años en construir, para canalizar el inmenso flujo de agua hacia 20 turbinas que la convierten en energía. Pocas horas más tarde, contemplaba una sinfonía de agua cayendo de modo anárquico, en grandes y en pequeñas cataratas, formando un paisaje de singular belleza, ante el que solo cabe admirarse. ¿Qué buscamos los seres humanos en la naturaleza? ¿Solo servirnos de ella? ¿Sólo admirarla? ¿Tenemos derecho a transformar lo que sería fruto de admiración? ¿Podemos privar a quienes vengan tras nosotros de ese tesoro?

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