El libro que me regaló mi amigo no tiene desperdicio, y espero comentarlo con más detalle en otras ocasiones. Recoge una serie de conversaciones que mantuvieron Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti con el entonces arzobispo de Buenos Aires en 2008 y 2009. Creo que este Papa va a dar muchos titulares, pues desde luego su hondura espiritual y sus modos de hacer son todo menos convencionales.
Quiero ahora deternerme en sus reflexiones sobre la fecundidad apostólica de la Iglesia. Mucho se habla de la pérdida de vitalidad entre los católicos, las defecciones de muchos fieles, educados en la fe y que ahora viven en la indiferencia, o quizá se han dirigido a otras confesiones reliogiosas en las que parecen encontrar mejor respuesta a sus inquietudes espirituales. La Iglesia no puede achacar la responsabilidad solo al entorno, al hedonismo reinante o a la presión de legislaciones más o menos laicistas. Eso sería mirar a otro lado. La Iglesia, tanto los clérigos, como los laicos, comenta el entonces cardenal Bergoglio, tenemos que "arremangarnos" y salir a la calle a explicar quién es Jesucristo, qué aporta a nuestra vida, a las personas que quizá no hayan nunca oído hablar de él o lo han hecho de modo distorsionado. Cito textualmente: "Es clave que los católicos salgamos al encuentro de la gente. Una vez me decía un sacerdote muy sabio que estamos frente a una situación totalmente opuesta a la que plantea la parábola del buen pastor, que tenía noventa y nueve ovejas en el corral y fue a buscar a la que se perdió; tenemos una en el corral y noventa y nueve que no vamos a buscar. Creo sinceramente que la opción básica de la Iglesia no es disminuir o quitar prescipciones o hacer más fácil esto o lo otro, sino salir a la calle a buscar a la gente, conocer las personas por su nombre".
Me parece que se puede decir más alto, pero no más claro. Pensemos sobre ello; nosotros también somos parte de la Iglesia.