El pasado lunes, me imagino que para todos nosotros resultó una gran impresión la renuncia al papado de Benedicto XVI: el papa sabio que ha guidado a la Iglesia Católica en los últimos ocho años. Viendo las cosas con perspectiva histórica, los católicos de finales del siglo XX e inicios del XXI hemos sido muy afortunados. La Iglesia, creemos los católicos, está siempre gobernada por el Espíritu Santo, tanto en periodos de bonanza, como de crisis. A lo largo de sus siglos de vida, la Iglesia ha estado gobernada por santos y pecadores, por personas ejemplares y ruines, por testigos vigorosos de la fe y por manifestaciones evidentes de la fragilidad humana. No es fácil encadenar tantos Papas de tanto nivel humano y espiritual: Pio XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI. No sé qué nos deparará el Espíritu en los próximos años, pero seríamos muy injustos si no disfrutamos de lo que ya nos ha dado. Centrándonos en quienes casi todos hemos conocido, la calidad intelectual y espiritual de los dos últimos pontífices es realmente excepcional. En este mismo blog, ya he hecho semblanzas de ambos Papas: Juan Pablo II y Benedicto XVI. Del Papa actual, solo puedo decir cosas buenas. No conozco nadie que haya leído alguno de sus escritos más emblemáticos que no haya encontrado una múltitud de reflexiones de gran hondura y esperanza: Su discurso en el parlamento alemán es una obra maestra sobre las relaciones entre Derecho y Justicia; su alocución a los intelectuales franceses es una magnífica exposición sobre la cultura y la fe; sus palabras en la recepción a los profesores universitarios en el marco de la JMJ en Madrid una de las reflexiones más interesantes que he oído sobre el trabajo universitario; su lección magistral en Ratisbona, un colosal discurso sobre la Fe y la Razón; su primera encíclica "Deus caritas est", una exposición excepcional sobre el amor cristiano; su último libro, "La infancia de Jesús", es una presentación sencilla y docta a la vez que alumbra esos momentos tan entrañables de la vida de Cristo. En fin, muchos han dicho que es un Papa docto, un profesor. Yo diría también que ha sido un Papa padre, que nos "ha contado" los fundamentos de la Fe en palabras que todos entendemos pero que muy pocos habían pensado antes, que ha dialogado con todos y nos ha mostrado como hacerlo, que no se esconde ante los argumentos del mundo contemporáneo, sino que les da contestación, como nosotros hemos de hacerlo. Benedicto XVI nos deja, pero su palabra seguirá estando muy cerca de nosotros.
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