Vuelven, como cada año, las luces, los regalos, la lotería, los árboles adornados, los petardos, los reclamos publicitarios, las comidas extraordinarias, las reuniones familiares... Con los matices de la crisis, con los recortes, parece que estamos en un tiempo diferente: !estamos en Navidad! Pero, deberíamos preguntarnos, ¿a qué se debe lo extraordinario? ¿por qué celebramos? En una sociedad neopagana conviene recordar lo más básico: la Navidad es la celebración del cumpleaños de Jesús. Así de simple. En el 25 de Diciembre celebramos los cristianos el nacimiento de quien fundamenta nuestra fe, nuestra alegría, nuestro amor. Como cualquier cumpleaños de alguien a quien queremos, es propio celebrarlo, regarlarle cosas. Parece, sin embargo, hacerlo según a El le gustaría. Los regalos los hacemos en función de quien los recibe, no de quien los hace: se trata de complacer a quien celebra, no a quien se une a la celebración. ¿Cómo quiso Jesús celebrar su cumpleaños? ¿Cómo fue su propio nacimiento? Jesús ha sido la única persona que ha elegido cuándo, cómo y dónde nacer, que ha escogido quién sería su madre, que ha preparado las circunstancias que para nosotros son fruto del designio de otros. Precisamente por eso, es tan importante meditar sobre lo que nos cuenta el Evangelio de su nacimiento. Lo hacen San Mateo y San Lucas. El primero, de manera muy breve, solo indica su concepción milagrosa, el lugar de su nacimiento (Belén) y la presencia de los magos de Oriente. San Lucas, de modo mucho más detallado, nos narra la ocasión del viaje de José y María a Belén (el censo de Augusto), el nacimiento de Jesús en un lugar propio del ganado, porque no encontraron alojamiento, y la visita de los pastores, alertados por un ángel. ¿De qué nos habla todo esto? ¿Qué nos enseña Jesús siendo un recién nacido, en brazos de María, protegidos por el cuidado amoroso de José? ¿Qué tiene todo esto que ver con la Navidad que buena parte de la sociedad occidental celebra? ¿Dónde están los excesos, los regalos excéntricos, los ruidos estentóreos? En Belén, Jesús nos muestra que Dios prefiere la sencillez, la sobriedad, la familia unida, la cercanía de las personas humildes, la generosidad de quien todo lo da... Ojalá estos días, mirando un Belén, consigamos aprender las lecciones de Dios-Niño.
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