Hemos iniciado el tiempo de Cuaresma, que ha supuesto tradicionalmente un tiempo para la conversión y la penitencia. Entre las muchas manifestaciones posibles de esa penitencia, la Iglesia nos pide que ayunemos parcialmente dos días al año, el miércoles de ceniza y el viernes santo, que no comamos carne los viernes durante estos cuarenta días previos a conmemorar de nuevo la Pasión de Jesús.
Esto desde luego no es el Ramadán, ni en el impacto popular que tiene, ni en el propio esfuerzo que considera. Los musulmanes practicantes no prueban comida o bebida durante las horas de sol en ese mes penitencial. Lo de los católicos es bastante más sencillo. Cada vez hay más vegetarianos, que no parece sufran mucho por no comer carne, así que no hacerlo un día a la semana no parece tampoco una gran hazaña. Y, sin embargo, parece que pocos católicos viven estas sencillas prácticas de penitencia, ya sea por despiste (los medios de comunicación parece que anuncian mucho más el carnaval que la cuaresma), ya por considerarlo poco importante. Ciertamente no es un tema clave en la vida cristiana, pero me parece que resulta un detalle significativo, por dos razones: por un lado porque indica que somos capaces de negarnos, aunque sea en una cosa pequeña, y por otro, porque supone que aceptamos las indicaciones de la Iglesia, precisamente porque lo hacemos el viernes y no el martes o el lunes.
La cuaresma es tiempo de conversión, de volver a nosotros mismos y replantearnos si nuestro modo de actuar es acorde con lo que Dios quiere de nosotros, si nuestra vida está orientada hacia los demás o hacia nosotros mismos, si vamos dejando un rastro de bien a nuestro alrededor o una senda de rencor.
Las prácticas de penitencia cuaresmal suponen pequeñas negaciones. ¿Por qué negarnos, por qué refrenar nuestros gustos, por qué llevarnos la contraria? Quien quiere estar en forma, tiene que hacer ejercicio; no se puede correr un maratón si no se entrena regularmente; no puede disfrutarse de una vista escénica, sino subes a una montaña. Quien se entrena es capaz de cosas que a un indolente le superan. Negarse es afirmar lo mejor, es centrarse en lo que nos ennoblece, atacando nuestros impulsos negativos. Si eso se hace por amor a Dios, por estar más cerca de la penitencia y la oración de Jesús (cuarenta días pasó en el desierto), habremos enmarcado bien qué significan exactamente estos días. Cuaresma, reciclar la vida, poner las cosas que importan en su "contenedor" correcto, convertir la basura propia en arrepentimiento para convertirla en abono de nuestra mejoría espiritual. Ciertamente la cuaresma es un tiempo muy ecológico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario