Tengo un especial interés por el cine como vehículo de transmisión de valores. Como los temas ambientales me resultan muy cercanos, me gusta ver películas que traten estas cuestiones, estudiar qué mensajes difunden y con qué medios artísticos.
Estaba ayer viendo una de las que recomendaron, The Cove, ganadora de un oscar el mejor documental en 2010, si no leí mal la carátula. La película no me pareció merecedora de tan alta distinción, aunque hay que reconerle una buena fotografía y un guión que pretende estar a medio camino entre un documental convencional sobre animales y una trama más o menos detectivesca.
La cuestión que me dio que pensar es la clasificación de esa película como de interés ambiental. Lógicamente para quien juzga estas cuestiones con cierta distancia, cualquier film que trate algo relacionado con la naturaleza es ambiental, pero me parece que conviene ser un poco más estricto y marcar mejor la frontera entre los problemas ambientales y los relacionados con la defensa de los animales. Aunque ambos suelen identificarse en la terminología cotidiana -quizá influida por los medios de comunicación-, es importante señalar que los grupos animalistas -en defensa de los animales- y los ecologistas -en defensa del medio ambiente- no solo no tienen por qué compartir los mismos intereses, sino que a veces pueden tenerlos enfrentados. Los animalistas defienden un trato compasivo con los animales, aunque se enfocan más en los sintientes (mamíferos principalmente), mientras que los ecologistas se preocupan del mantenimiento de los ecosistemas, de los ciclos de vida, en donde tan importante es un animal con capacidad de sufrir, como cualquier otro (un insecto o un molusco), o como una planta. Para el ecologismo, lo importante es mantener funcionando todos los elementos que conforman un determinado territorio, desde el agua y los minerales hasta todos los seres vivos que lo forman, con especial cuidado para aquellos más vulnerables (en peligro de extinción) o los más vitales (los que regulan más nítidamente el medio). Un animal que no aporta nada al ecosistema, como puede ser uno doméstico o de granja, no tiene interés ambiental, salvo la energía y recursos que consume. Para el animalismo parece que es más importante evitar las corridas de toros que el uso de pesticidas contaminantes, que tienen obviamente mucho más impacto ambiental. Los intereses de ambos grupos pueden coincidir en algunos casos, por ejemplo en la protección de mamíferos en peligro de extinción, pero pueden ser divergentes en otros. Este es el caso de la actitud ante las especies exóticas invasoras, que los grupos ecologistas intentan erradicar, mientras los animalistas las favorecen como cualquier otro animal autóctono.
Volviendo a la película The Cove, nunca la recomendaría como película ambiental, pues no trata un problema ambiental, sino un asunto de ética animal: ¿en qué medida es aceptable la caza de cetáceos y, en concreto, de delfin para exhibirlos en parques acuáticos o comerse su carne? Como requiere una película comercial, hay malos-malísimos (los pescadores y funcionarios japoneses) y buenos-buenísimos (los que pretenden salvar los delfines). Poco más.
Estaba ayer viendo una de las que recomendaron, The Cove, ganadora de un oscar el mejor documental en 2010, si no leí mal la carátula. La película no me pareció merecedora de tan alta distinción, aunque hay que reconerle una buena fotografía y un guión que pretende estar a medio camino entre un documental convencional sobre animales y una trama más o menos detectivesca.
La cuestión que me dio que pensar es la clasificación de esa película como de interés ambiental. Lógicamente para quien juzga estas cuestiones con cierta distancia, cualquier film que trate algo relacionado con la naturaleza es ambiental, pero me parece que conviene ser un poco más estricto y marcar mejor la frontera entre los problemas ambientales y los relacionados con la defensa de los animales. Aunque ambos suelen identificarse en la terminología cotidiana -quizá influida por los medios de comunicación-, es importante señalar que los grupos animalistas -en defensa de los animales- y los ecologistas -en defensa del medio ambiente- no solo no tienen por qué compartir los mismos intereses, sino que a veces pueden tenerlos enfrentados. Los animalistas defienden un trato compasivo con los animales, aunque se enfocan más en los sintientes (mamíferos principalmente), mientras que los ecologistas se preocupan del mantenimiento de los ecosistemas, de los ciclos de vida, en donde tan importante es un animal con capacidad de sufrir, como cualquier otro (un insecto o un molusco), o como una planta. Para el ecologismo, lo importante es mantener funcionando todos los elementos que conforman un determinado territorio, desde el agua y los minerales hasta todos los seres vivos que lo forman, con especial cuidado para aquellos más vulnerables (en peligro de extinción) o los más vitales (los que regulan más nítidamente el medio). Un animal que no aporta nada al ecosistema, como puede ser uno doméstico o de granja, no tiene interés ambiental, salvo la energía y recursos que consume. Para el animalismo parece que es más importante evitar las corridas de toros que el uso de pesticidas contaminantes, que tienen obviamente mucho más impacto ambiental. Los intereses de ambos grupos pueden coincidir en algunos casos, por ejemplo en la protección de mamíferos en peligro de extinción, pero pueden ser divergentes en otros. Este es el caso de la actitud ante las especies exóticas invasoras, que los grupos ecologistas intentan erradicar, mientras los animalistas las favorecen como cualquier otro animal autóctono.
Volviendo a la película The Cove, nunca la recomendaría como película ambiental, pues no trata un problema ambiental, sino un asunto de ética animal: ¿en qué medida es aceptable la caza de cetáceos y, en concreto, de delfin para exhibirlos en parques acuáticos o comerse su carne? Como requiere una película comercial, hay malos-malísimos (los pescadores y funcionarios japoneses) y buenos-buenísimos (los que pretenden salvar los delfines). Poco más.
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