martes, 28 de junio de 2016

¿Qué aporta la religión al medio ambiente?

Tal y como anunciaba en una de mis últimas entradas, esta semana hemos organizado un seminario internacional entre científicos y líderes religiosos sobre el cuidado de nuestra casa común. Los problemas ambientales son muy graves, pero seguimos viviendo como si la Tierra fuera un ente ajeno a nosotros, como si el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la degración de los suelos, o la contaminación del aire y del agua afectara a un planeta lejano, sin percatarnos de los efectos, ni considerar las causas. La ciencia se orienta a estudiar esos problemas, sus causas y sus tendencias, pero no puede sola resolverlos. Decía el decano de ciencias forestales de la universidad de Yale que tras cuarenta años estudiando problemas ambientales había llegado a la conclusión que sus causas últimas eran tres: el egoísmo, la avaricia y la apatía, y que ninguno de ellos podía resolverlo la ciencia. Es necesario el recurso a otras dimensiones del ser humano que inspiren un cambio de conducta. Las religiones y tradiciones espirituales del mundo son, indiduablemente, una de esas dimeniones, una de las más potentes. Hemos de recordar que todavía actualmente un 85% de los habitantes del planeta se consideran religiosos. Las religiones nos dan visiones del mundo, de quienes somos, de cuál es nuestra relación con Dios, con otros seres humanos y con las demás criaturas; nos dan estándares morales para comportarnos de acuerdo a unos valores intangibles; son un agente extraordinario en la educación de las personas, particularmente de la gente joven. Son, en definitiva, un aliado imprescindible para promover un cambio de valores.
Esta ha sido la principal conclusión del seminario que hemos organizado en el santurario católico de Torreciudad, al que han acudido científicos y líderes religiosos de 11 países y 8 tradiciones religiosas. En medio de un diálogo cordial y fructífero, hemos debatido sobre los principios y las acciones concretas, hemos subrayado el papel de cada ámbito del conocimiento, desde el respeto mutuo entre  las distintas ramas del saber científico y las distintas tradiciones religiosas. Hay mucho que hacer, y las dificultades son muchas, pero es todavía más relevante lo que está en juego. No es sólo una cuestión de lideres políticos, de grandes corporaciones o de ONGs: es algo que nos afecta a todos, y que depende de todos. Cada uno puede hacer algo para reducir su huella ambiental, para gastar menos energía y menos recursos, para que sean más límpios y sostenibles, para reutilizarlos siempre que se pueda, para reciclarlos de la forma menos agresiva con el medio. Es un cambio de actitud, una conversión ecológica, como nos ha pedido el Papa Francisco en la encíclica Laudato si' verdadera inspiración de este seminario.
Animo a todos a leer la declaración final y adherirse a ella, a meditar en su contenido y hacer algo concreto en su vida que vaya en la dirección correcta.

martes, 21 de junio de 2016

¿Dónde están los políticos cristianos?

Tenemos otras elecciones a la vista, ocasión para reflexionar sobre los valores que defienden las distintas opciones políticas. En las declaraciones públicas, en los programas, en los mensajes que se envían a través de los medios tengo la impresión de anhelar lo imposible. No debería ser tan complicado encontrar políticos que respeten la vida desde su inicio hasta su fin, que defiendan la libertad de todos para expresar sus ideas, para elegir la educación que quieran para sus hijos, que se tomen en serio los temas ambientales, que defiendan a los más vulnerables socialmente, que estimulen una economía sostenible, donde primen las personas sobre los intereses financieros, que se preocupen eficazmente de conseguir la mejora en los servicios públicos, que apuesten por el diálogo con los demás, que acepten a los que no piensan como ellos, que no insulten, que sean honestos, que salgan de las barricadas culturales, que superen el frentismo, que quieran a su país, que valoren la cultura, que estimulen la ciencia y la investigación, que trabajen por el bien común y no por sus intereses, que digan a la gente lo que es posible hacer, que planteen metas difíciles pero den ejemplo de sacrificio para conseguirlas. En suma, políticos con valores cristianos de fondo, no sólo los que presumen de ello, no los que se aprovechan de parecerlo, no los que intentan simularlo...

No veo dónde, no veo quien, sólo respuestas parciales, sólo intereses propios, sólo afán de poder, de dominio,... Seguiré pensando. ¿Qué pasa en este país, tan utópico es lo que planteo? Alguien me da alguna sugerencia...

domingo, 19 de junio de 2016

Ciencia y Religiones para el medio ambiente

Muy pocos expertos dudan ya de la gravedad y alcance de los problemas ambientales. Estamos afectando de tal manera a los ecosistemas terrestres que muchos autores incluso hablan de una nueva era geológica, el Antropoceno, caracterizado por el protagonismo de los impactos humanos sobre cualquier otro proceso natural. Está en juego nuestra pervivencia en esta casa común, así como el mantenimiento de formas de vida que no sólo tienen valor en sí mismos, entre otras cosas porque todas han sido creadas por Dios, sino que también nos resultan imprescindibles para mantener la nuestra, ya que nos proporcionan comida, aire y agua limpia, medicamentos y son fuente de paz y belleza que alienta y enriquece nuestro espiritu.
Muchos líderes religiosos han alertado en las últimas décadas sobre la necesidad de cambiar nuestros hábitos de vida. El modelo actual de progreso es insostenible ambientalmente, crea enormes injusticias sociales y no hace a la gente más feliz. Como bien indicaba el Papa Francisco en la Laudato si: “No basta conciliar, en un término medio, el cuidado de la naturaleza con la renta financiera, o la preservación del ambiente con el progreso. En este tema los términos medios son sólo una pequeña demora en el derrumbe. Simplemente se trata de redefinir el progreso (...) Un desarrollo tecnológico y económico que no deja un mundo mejor y una calidad de vida integralmente superior no puede considerarse progreso” (Laudato si, n. 194).
En este marco, estamos organizando desde la cátedra de ética ambiental (Universidad de Alcalá - Fundación Tatiana Pérez de Guzman el Bueno) y la Fundación Promoción Social de la Cultura, el primer seminario internacional de diálogo entre Ciencia y Religión para el cuidado ambiental (ISSREC). El seminario tendrá lugar en el Santuario catolico de Torreciudad (Huesca). Asistieran científicos, teólogos y líderes religiosos de 12 países y 8 confesiones religiosas (cristianos, budistas, musulmanes, hindus y judíos). El objetivo es mejorar el dialogo entre la ciencia, que permite identificar y prevenir los problemas ambientales, y la religión, que permite impulsar cambios de estilos de vida, que reduzcan nuestro impacto ambiental. Es clave  reconocer la importancia de las grandes religiones en cambiar nuestras escalas de valores. Como indicaba el Papa Francisco, y esto es aplicable a cualquiera de las grandes religiones de la Humanidad, “...la espiritualidad cristiana propone un modo alternativo de entender la calidad de vida, y alienta un estilo de vida capaz de gozar profundamente sin obsesionarse por el consumo” (Laudato si, n .222). La importancia de los problemas requiere tomar decisiones profundas, donde todos los posibles actores aportan su contribución. Las soluciones al problema no pueden pasar por eliminar seres humanos y considerarnos como el cáncer el planeta, sino por cambiar nuestra manera de relacionarnos con Dios, con los demás seres humanos y con las demás criaturas, pues además la degradación ambiental y la pobreza están íntimamente relacionadas: “Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza” (n.139)

domingo, 5 de junio de 2016

Saber escuchar, saber hablar

Vivimos seguramente en la época histórica donde resulta más sencillo comunicarse. La tecnología nos facilita enormes posibilidades para trasmitir nuestros pensamientos a quienes conocemos más de cerca o incluso a quienes nunca hemos tratado. Paradójicamente, en este mundo global interconectado cada vez es más difícil expresar lo que pensamos y sentimos, me refiero a aquello que realmente está en lo profundo de nuestro corazón. Eso requiere alguien que nos quiera y nos entienda, presupone la amistad, ese puente que permite cruzar nuestra intimidad con alguien en quien verdaderamente confiamos. La tecnología no facilita esa comunicación íntima: sólo la vanal, y al fin y al cabo ¿qué mensaje de cierta hondura puede transmitirse en 140 caracteres? Como la tecnología es envolvente, nos aisla y a la postre acaba dificultando el encuentro personal. A eso añadimos que vivimos seguramente en la época más individualista de la Historia, en donde todo parece que podemos resolverlo nosotros mismos.
Me venían estas ideas a la cabeza viendo ayer la película el Doctor (1991), un film que narra la transformación de un prestigioso cirujano, que enfrenta la vida como un conjunto de relaciones que siempre terminan en sí mismo, cuando es diagnosticado con un cáncer de laringe. Quien contemplaba a los demás como medio para sus fines, quien dominaba todas las situaciones se da cuenta que es vulnerable y no sabe cómo enfrentar su problema. Pese a la aparente buena relación con su mujer, es incapaz de compartir con ella su angustia y sólo encuentra salida en el trato con otra enferma de cáncer, a quien conoce en las esperas de las sesiones de radioterapia. Ella le hace descubrir el valor de la vida y entabla una comunicación que no había sido capaz de tener con nadie. Su mujer intenta apoyarlo, pero no sabe cómo hacerlo, porque él siempre había puesto una barrera invisible que nadie -solo esa enferma, a quien se unió por el dolor de un cancer en común- fue capaz de atravesar. Uno podría pensar que se trata de un guión poco verosimil, pero no me parece que lo sea. Creo que es difícil compartir lo que de verdad uno lleva dentro, y en esa falta de comunicación esta el germen de las crisis personales, también de las crisis matrimoniales. El Papa Francisco dedica varios pasajes de la "Alegria del amor" a la importancia del diálogo en el matrimonio. Comenta: "En estos momentos (de crisis) es necesario crear espacios para comunicarse de corazón a corazón (...) Es todo un arte que se aprende en tiempos de calma, para ponerlo en práctica en los tiempos duros"  (n. 234). De hecho, parece claro que el inicio de toda crisis es una falta de confianza, una incapacidad para hablar y destruir la barrera que crece invisible entre dos personas que se aman. Insiste el Papa Francisco: "En una crisis no asumida, lo que más se perjudica es la comunicación. De ese modo, poco a poco, alguien que era «la persona que amo» pasa a ser «quien me acompaña siempre en la vida», luego sólo «el padre o la madre de mis hijos», y, al final, «un extraño»" (n. 233).
Es muy fácil hablar de nimiedades, es mucho más difícil hablar desde el fondo de nuestra alma. Es difícil pero es necesario; es preciso vencer el miedo a no ser escuchados, no comprendidos, no valorados... es una posibilidad de fracaso, pero el silencio casi siempre ya es un fracaso.