A mediados del s. XIX, Henri David Thoreau, se niega a pagar impuestos en EE.UU. por su desacuerdo con la guerra con México y la pervivencia de la esclavitud, siendo encarcelado por ello. Se inicia así una línea de pensamiento y actuación que conocemos como desobediencia civil, y que supone en última instancia una postura ética de resistencia activa ante situaciones injustas. Las ideas de Thoreau tuvieron luego gran trascendencia en otros movimientos pacifistas, como el que lideró Gandhi y dio lugar a la independencia de la India. Cuando hay leyes o situaciones objetivamente injustas, no podemos mirar a otro lado, convencernos que no podemos hacer nada al respecto y seguir haciendo exactamente lo mismo. Naturalmente, el grado de compromiso variará con la gravedad de las implicaciones que esas disposiciones tengan.
Me venían estas ideas a la cabeza con un tema que aparentemente tiene poca importancia pero que a mi juicio también puede enmarcarse en este contexto de resistencia civil. Muchas personas se han escandalizado este verano con los fichajes que los clubes más pudientes de fútbol tienen el lujo de permitirse, incluso en una situación económica tan delicada como la que actualmente vivimos. Se dice que es una decisión de una entidad privada sobre la que no puede regularse; se dice también que esas cifras de contratación, por lo demás absolutamente estrafalarias, resultan inversiones rentables. No les falta razón en ambos casos, pero precisamente por eso los demás ciudadanos debemos hacer algo al respecto. Si resulta rentable que un club de fútbol en España se gaste mas de 90 millones de euros (unos 15.000 millones de pesetas!!) en contratar a un señor que le pega patadas a una pelota, hay que preguntarse por qué. ¿Qué ha descubierto ese jugador: alguna vacuna que salvará muchas vidas humanas, quizá una nueva fuente de energía, tal vez una teoría filosófica que nos hará más felices? Basta echarle una ojeada a los mensajes que incluyen en sus Twitters los jugadores estrella, o los cantantes estrella, o los actores estrella para darse cuenta de que aportan muy poco a la humanidad: sólo entretienen; no resuelven ningún problema, sólo hacen olvidarlos (momentáneamente). ¿Se imaginan que nuestro país hubiera fichado tres premios Nobel, de medicina, o economía, o física? ¿Cuánto nos hubiera costado? ¿Cuál sería su "ficha" anual?
-Pero, claro eso no es rentable, porque no le interesa a nadie lo que hace un premio Nobel, podríamos decir.
-Ese es precisamente el problema: si un jugador de fútbol es rentable es porque hay millones de personas dispuestas a gastarse dinero en sus camisetas, a pagar por verle en la televisión, o incluso a leer sus anodinos mensajes en las redes sociales.
-¿Debemos resignarnos entonces a que el país se gaste fortunas en trivialidades?
Se me ocurre una idea, muy sencilla pero a la larga muy efectiva: dejemos de ver el fútbol, en la televisión, en los campos; dejemos de leer periódicos deportivos; apaguemos el telediario cuando se inicia la sección de fútbol (mal llamada de deportes, pues es ridícula la proporción con otros deportes). La única forma de parar una locura es hacer otra: cortar con nuestra dependencia de algo que solo aporta diversión, pero supone un ingente gasto inútil, o al menos forcemos a que ese gasto se equilibre con otros que son imprescindibles: alimento, educación, salud, ciencia, innovación.. también deporte, el de cada uno.
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