Estoy leyendo estos días un libro escribo por Elizabeth Abbot sobre la historia del celibato, que es un tema que me resulta de especial interés. Este libro me está decepcionando bastante, aunque aún me queda casi la mitad por leer, pues el análisis que hace del fenómeno del celibato, particularmente en su relación con el cristianismo, está plagado de inexactitudes históricas e interpretaciones que me parecen, cuando menos, retorcidas.
Uno de los capítulos lo dedica a María, la madre de Jesús, a quien la mayor parte de los cristianos también llamamos la Virgen María. De acuerdo a la autora, la Iglesia habría distorsionado la imagen real de María, convirtiéndola de una madre normal en un icono de la virginidad, en flagrante contradicción con lo que de ella nos narra la Sagrada Escritura. Al igual que hice hace algunos meses con el Bautismo de los niños, voy a dedicar dos entradas de este blog a demostrar que esta acusación es fruto de una visión muy simplificada de las cosas. Por un lado, hoy me propongo mostrar que la interpretación de la Biblia es perfectamente compatible con la virginidad de María, dejando para la semana próxima lo que nos dicen los escritores cristianos más antiguos al respecto, que ha sido confirmado posteriormente en los escritos del Magisterio de la Iglesia.
Como cristiana protestante, la autora de este libro asume que la Biblia solo puede interpretarse desde la literalidad, lo cual ha llevado a muchas interpretaciones claramente erróneas de los textos sagrados (la de la antiguedad del universo, por ejemplo), particularmente cuando no se conoce la lengua en que esos textos fueron originalmente escritos. Veamos qué nos dicen los Evangelios sobre María (utilizo la traducción de la Biblia de Jerusalén).
En primer lugar, haré referencia a la virginidad de María antes de que naciera Jesús.
Uno de los capítulos lo dedica a María, la madre de Jesús, a quien la mayor parte de los cristianos también llamamos la Virgen María. De acuerdo a la autora, la Iglesia habría distorsionado la imagen real de María, convirtiéndola de una madre normal en un icono de la virginidad, en flagrante contradicción con lo que de ella nos narra la Sagrada Escritura. Al igual que hice hace algunos meses con el Bautismo de los niños, voy a dedicar dos entradas de este blog a demostrar que esta acusación es fruto de una visión muy simplificada de las cosas. Por un lado, hoy me propongo mostrar que la interpretación de la Biblia es perfectamente compatible con la virginidad de María, dejando para la semana próxima lo que nos dicen los escritores cristianos más antiguos al respecto, que ha sido confirmado posteriormente en los escritos del Magisterio de la Iglesia.
Como cristiana protestante, la autora de este libro asume que la Biblia solo puede interpretarse desde la literalidad, lo cual ha llevado a muchas interpretaciones claramente erróneas de los textos sagrados (la de la antiguedad del universo, por ejemplo), particularmente cuando no se conoce la lengua en que esos textos fueron originalmente escritos. Veamos qué nos dicen los Evangelios sobre María (utilizo la traducción de la Biblia de Jerusalén).
En primer lugar, haré referencia a la virginidad de María antes de que naciera Jesús.