No soy original si digo que vivimos en la era de la comunicación: nunca ha sido tan sencillo comunicarse, podemos recibir y enviar información practicamente a cualquier punto de la superficie terrestre, e incluso al espacio exterior. Hace unos siglos, primaba la conversación "cara a cara", o -para los que tuvieran la fortuna de saber escribir- las cartas manuscritas, dirigidas habitualmente a otra persona. Ahora, además, podemos hablar por el teléfono fijo o el móvil, enviar un correo electrónico, un mensaje telefónico SMS, una video-conferencia, una charla "on line" (un chat), enviar o recibir un mensaje corto colectivo (Twit), o enviar noticias propias o ajenas a nuestra lista de "amigos" por el Facebook, Linked in, Twenty... y una larga lista de redes sociales. En fin, tenemos tantos medios de comunicación que estamos desbordados por la información que recibimos o enviamos, y es tal la proliferación de tecnologías para comunicarnos que estamos olvidando la importancia de hablar con quien tenemos enfrente.
A la larga lista de medios que antes he indicado se ha unido, reciente pero contundentemente, el famoso WhatsApp, "guasap" para los amigos, un ingenioso sistema de mensajes entre dispositivos móviles que por su facilidad, extensión y gratuidad, está re-emplazando a otras tecnologías que hacían furor apenas hace un par de años. Cuando voy a visitar a mis sobrinos, buena parte de mi estancia lo paso observando cómo leen y contestan "guasaps" o alguna otra herramienta electrónica, así que ahora en lugar de ir personalmente a verlos, les envío "guasaps" para enterarme mejor de cómo les va.
Puesto que para muchas personas ésta es la forma de comunicación que les resulta más atractiva, uno se plantea si no estaría bien sugerirle a Dios que pusiera también una cuenta de "guasap". Pero claro, como Dios está por encima de las naciones y las compañías telefónicas, tendría que tratarse de un número gratuito para cualquier lugar del mundo. Además, debería ser un sistema que tenga cobertura en cualquier sitio, ya estemos en un lugar apartado, como en medio de una ciudad. Como además hay todavía miles de millones de personas que no tienen ni "guasap", ni teléfono, o ni siquiera energía eléctrica con el que alimentar el teléfono, tendría que ser un sistema que permitiera enviar mensajes sin ningún aparato especial, para que los pobres no quedaran sin comunicación con Dios. No es fácil el invento, pero es posible. Ya está, de hecho, inventado. Basta decirle algo a Dios, con palabras o simplemente con el corazón, para estar seguros de que ha recibido el mensaje. En un sistema de mensajería excelente, funciona en cualquier lugar: en un templo, en nuestra casa, en la calle, en un paisaje maravilloso o en otro inmundo, en un día soleado de primavera o en otro aborrecible de invierno, en momentos de alegría o de bajón, en la juventud o en la vejez, en la salud o en la enfermedad... Dios siempre escucha, siempre recibe nuestros mensajes. Es un sistema de comunicación universal, gratuito, que no requiere saber nada ni tener casi nada. Sólo Fe, sólo darnos cuenta de que Dios está siempre a nuestro lado, que vela por nosotros, que nos quiere, aunque a veces parezca que la línea está cortada. Allí está El. Anímate a enviarle tus "guasaps" a Dios.