lunes, 7 de enero de 2013

Mostrar a Dios con el arte

Holy men por Liz Lemon Swindle
Hemos pasado ya las fiestas navideñas con la celebración de la Epifanía de Jesús (la fiesta de los Reyes Magos), y me ha venido a la mente un cuadro que vi hace unos años, y que reproduzco en esta página. Se trata de una obra pintada por Liz Lemon Swindle, una artista norteamericana con una particular sensibilidad para representar algunas escenas de la vida de Jesucristo. Hace algunos años que le doy vuelta a la importancia de transmitir los contenidos básicos de la fe a través del arte: un arte que sea fácilmente comprensible, que inpire a la vez que enriquezca la sensibilidad, que informe y a la vez que agrade. No es lógicamente un anhelo original por mi parte. Buena parte del arte cristiano occidental ha tenido esta motivación, particularmente cuando las personas no podían leer las fuentes originales, el arte proporcionaba un mensaje. Las sucesivas oleadas de estilos siguieron a los cambios de sensibilidad: por ejemplo, el románico es un arte más intimista, más sólido, mientras el gótico inspira un mayor volumen, una dimensión más vertical en al trato con Dios, mientras en el barroco se refleja una mayor grandiosidad y expresividad. Cada uno puede disfrutar con un tipo u otro de arte, pero si el arte cristiano ha cambiado a lo largo de los siglos, con el cambio de las sociedades que lo formaron, llama la atención que ahora no dispongamos de un arte cristiano contemporáneo. Muchos disfrutan con el arte románico, gótico o barroco, y me parece bien. Pero llama la atención que no demandemos un arte religioso ajustado a la mentalidad de nuestra época. No estoy indicando que el arte cristiano haya de ser abstracto o expresionista o impresionista. Simplemente, en primer lugar, que sea verdadero arte: es poco aleccionador contemplar decenas de iglesias contemporáneas que son insustaciales artísticamente: no expresan ni la belleza, ni la claridad, ni la alegría, ni el orden de la cosmovisión cristiana. Ya sé que no puede representarse fácilmente todo esto, pero al menos algún componente. La solución es un arte anodino, y por tanto ausente, lo que llevado a muchos cristianos a refugiarse en un arte de otras épocas. El cuadro que pongo para ilustrar este comentario me parece un buen ejemplo de un arte accesible, que motiva e informa a la vez, que genera un visión amable de la fe. Muestra una escena real, de un niño asombrado por la visita de tres personajes que le regalan cosas. Entrañable, cercano, histórico y contemporáneo a la vez, que motiva y permite reflexionar sobre la escena, que ayuda a hacer del Evangelio vida.

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