lunes, 30 de julio de 2012

Sestear o descansar

El verano es un periodo de difícil catalogación. Es esperado con entusiasmo por ser equivalente a vacaciones, a desconexión del ritmo habitual de trabajo. Nos evoca temperaturas altas, casi siempre desagradables, que suelen combatirse con mayor consumo de líquidos, tanto bebidos como nadados. Algunas personas aprovechan para cultivar una cierta obsesión por ennegrecer su cuerpo, quizá como testimonio atábico de que algún día todos los seres humanos eran negros, según parece desprenderse de los descubrimientos arqueológicos realizados en Africa. En fin, el verano parece también sinónimo de horizontalidad, indiferente al grado de iluminación solar, ya que la siesta diurna complementa el sueño nocturno cuando los calores lo permiten.
Pero también el verano es momento de cultivar aficiones que durante el ajetreo cotidiano no encuentran un hueco apropiado en  nuestras vidas. La lectura de novelas que ayudan a entretenerse, mientras nos dan un conocimiento más profundo de la naturaleza humana, de su historia, de sus amores o desamores, de su indagación. La música, escuchada o tocada. El deporte, ejercicio físico que aligera la grasa y las tensiones del alma. La conversación distendida, imprescindible para recordar que la comunicación es el modo natural de transmitir lo que llevamos dentro. Recorrer nuevos lugares, aprender de nuevas gentes, disfrutar de recónditos paisajes, contemplar... todo eso también es el verano. Ojalá la imaginación por encontrar nuevas formas de invertir ese tiempo libre superen a los convencionalismos, que ponen en el tumulto playero, en los jolgorios llenos de ruido y vacios de contenido la meta de un tiempo que también resulta precioso.

domingo, 22 de julio de 2012

Los políticos y la crisis

Hace unos días tomaba café con un amigo, que precisamente ese día cumplía años. Nos saludó otro, al que hacía tiempo que no veía. Lleva años dedicado a la politica autonómica, excedente de una plaza de profesor de instituto. Con muy poco tacto se le ocurrió decirme algo así como:
 -"¿Qué? ¿Teneis todavía para folios en la universidad?"
La misma semana que habían despedido a ocho compañeros del departamento, asociados a tiempo parcial, el comentario me pareció profundamente desafortunado, y desde luego nada gracioso. Reflexionando un poco más, la broma no solo me pareció de mal gusto, sino profundamente injusta. Que un político en ejercicio se pitorree de la situación de ajustes que todos estamos viviendo resulta realmente esperpéntico, cuando la irresponsabilidad de políticos de todos los partidos está detrás de la crisis que estamos viviendo: la falta de disciplina presupuestaria (central y autonómica de todos los signos políticos), la visión cortoplacista en la planificación económica, el interés por controlar las instituciones que ellos no habían creado (lease cajas de ahorros), el escaso interés por la calidad educativa, las constantes peleas partidistas que evitan un gran acuerdo para salir juntos del hoyo en que nos han metido, dice muy poco de los políticos profesionales de este país. Tras varios años de un gobierno socialista condescendiente, hemos pasado a uno popular que sólo sabe de recortes y casi nada de incentivos. Con algo mejor curriculum que los precedentes, sorprende todavía encontrar miembros del gobierno con muy escasa preparación en las tareas de su responsabilidad, consejeros autonómicos que cuentan como único curriculum la fidelidad al partido, y una larga lista de cargos menores, asesores y escribanos, corifeos del lider de turno, que siguen enguyendo buena parte del presupuesto público que debería invertirse en reanimar la economía real.
No hace falta remontarse mucho en la Historia para descubrir los males endémicos que nuesto país sufre por sus clases dirigentes, más preocupadas, salvo honrosas excepciones, de medrar que de resolver los problemas de quienes administran. El cambio de gobierno solo ha servido para contrastar que la inutilidad está bien repartida entre los grandes partidos, y que el "y tu mas" no resuelve para nada los problemas. ¿Cuándo se enterarán que este país está en una profunda crisis? ¿Qué hace falta para que se sienten a negociar un programa de gobierno a largo plazo, que ataque los problemas de fondo (educación, productividad, innovación, equilibrio territorial) que tiene este país?
Espero que, por bien de todos, esa mentalidad cambie. Será un primer beneficio de la crisis, si conseguimos que nuestros políticos dejen de pensar que la culpa la tienen "los otros" y salgan de sus torres de marfil, acercándose más a las personas normales, que seguimos sufriendo la incompetencia de quienes nos gestionan.
 

domingo, 15 de julio de 2012

En memoria de Sergio

Acabo de recibir la noticia de la muerte de un amigo y discípulo académico, Sergio Opazo, actualmente profesor de la Universidad de Magallanes, en Punta Arenas, la ciudad más austral de Chile. Sergio estuvo con nosotros tres años trabajando en su doctorado, con su familia. Nuestro recuerdo de su paso por Alcalá no puede ser más favorable: una persona alegre, trabajadora, cordial, siempre dispuesto a colaborar, siempre interesado por aprender cosas nuevas. Recuerdo una anécdota que se me quedó especialmente grabada. El día que leía su tesis doctoral, me encontré a Sergio en la iglesia a la que yo solía ir a misa. Era la primera vez que coincidíamos allí, y le pregunté por qué había ido ese día. Me contestó: "Porque hoy había que hacer primero lo importante". Había ido a estar con Jesucristo, a recibirle sacramentalmente en la Santa Misa. Por decirlo así, había querido invitar a Dios a la lectura de su tesis, tenerle más cerca en un día tan especial para él.
Ahora, Dios ha decidido llamar a Sergio a su presencia, de una manera súbita, un infarto fulminante, que a todos los que le queriamos nos deja un gran vacío.  La muerte de cualquier persona es un interrogante, pero cuando se nos va alguien joven, con tanto por andar, nuestra perplejidad se une al dolor y parece que entendemos todavía menos. Alguien puede pensar que no tenemos por qué entender, pues esta vida es absurda, no tiene por qué obedecer a ninguna lógica. La muerte solo es el fin, no hay nada mas. Triste visión. Para un cristiano, para alguien con fe, el interrogante sigue siendo muy doloroso, pero no es absurdo, tiene una lógica que se ancla en la eternidad. Ahora estoy en un pueblecito de Andorra, que cuenta con varios funiculares, ahora inactivos. Si pensamos que el cable se sujeta solo en los postes que vemos, no existe lógica. Hay otros postes que están más allá de la vertiente que observamos; si no, el cable tendría un equilibrio absurdo. Nosotros tenemos postes que vemos, que nos apoyan, pero hay otros postes que sólo se apoyan más allá de la vertiente de nuestro horizonte material, que están anclados en la eternidad, donde todas las piezas encajan.
A veces cuesta entender a Dios, parece ausente, indiferente a nuestro dolor y nos revelamos contra lo que vemos como injusticias vitales, pero esa no es la respuesta final. Tras la muerte no está el vacío, sino el principio de algo nuevo: "Y vi un cielo nuevo y una nueva tierra" (Apocalipsis 21, 1).
Querido Sergio, ahora estás más cerca. No al otro lado del mundo, en la punta de América, sino en el otro mundo, pero también a nuestro lado.

domingo, 8 de julio de 2012

Arrepentirse

Me contaron hace años una historia medieval que todavía me da que pensar. Un cierto señor feudal, orgulloso como pocos, decidió cambiar de vida y confesar sus pecados, que habían sido numerosos y considerables. Fue a un monje de una abadía cercana, pensando en afrontar una penitencia equiparable a la multitud de sus faltas. El buen fraile, tras escuchar la carga de basura moral que soltaba el caballero, procedió a absolverle con una simple condición: que llenara  de agua un vaso que allí mismo le entregó. Sorprendido por la benevolencia del monje, o tal vez contrariado porque se le pidiera algo tan nimio para reparar un vida tan azarosa, ató el vaso a su cuello y salió a un estanque cercano a cumplir lo mandado. Curiosamente encontró que estaba seco, asi que siguió andando hasta el próximo, encontrando la misma condición. Su paseo se prolongó hasta el fin de la comarca que controlaba, con la misma suerte de la primera vez. Siguió andando todavía varias jornadas y siempre encontraba la misma sorpresa: los lagos estaban secos y, por tanto, su vaso seguía vacío. Tras varios días de infructuosa búsqueda comenzó a pensar que  esa penitencia no era tan nimia, sino que realmente se adaptaba a la muchedumbre de sus pecados y sintió pena de las ofensas realizadas. Según avanzaba su marcha, crecía su remordimiento, y la carencia de agua para llenar el vaso de su perdón, aumentaba en el caballero el deseo de conseguirlo. Exhausto, tras muchas jornadas de camino, sintió un verdadero dolor por tantas faltas cometidas, por tantos momentos donde sólo había primado su orgullo, su placer, su egoísmo, pasando por encima de las personas que le rodeaban y de Dios mismo. Su arrepentimiento fue tan sincero que salieron de sus ojos lágrimas de honda contricción, sintiéndose tan miserable como para no merecer el perdón de Dios. Esas lágrimas corrieron por sus mejillas y llegaron hasta el vaso, que seguía atado a su cuello, hasta llenarlo completamente.
"Dios perdona siempre, el hombre algunas veces, la naturaleza nunca", es una frase comúnmente repetida. Me quedo con la primera parte. Dios está siempre dispuesto a perdonarnos. Tiene muy mala memoria: no se acuerda de nuestros desprecios, de nuestros olvidos, de tantas veces que le hemos puesto entre paréntesis, que le hemos echado de nuestra vida. El está siempre ahí, para perdonarnos. En la Iglesia ese perdón se concreta en un sacerdote que, en nombre de Jesucristo, nos transmite físicamente el perdón, que nos escucha con la misma paciencia de Dios, con su misma misericordia. ¡Qué gran tesoro la confesión sacramental! No importa lo que haya occurido: basta que reconozcamos sinceramente el error y pidamos el auxilio del "unico que puede perdonar los pecados". Un santo de nuestros días le llamó, con gran certeza, el sacramento de la alegría, pues ninguna satisfacción más honda que sentir íntimamente que somos siempre amados, incluso en nuestros defectos, si tenemos un sincero deseo de abandonarlos. Los seres humanos tendemos a recordar las ofensas: Dios sólo se dedica a perdonarlas. De nosotros depende.

domingo, 1 de julio de 2012

La unión de los cristianos

Iglesia de la Exaltación de la Sta. Cruz en Kazán (Rusia)
Como comentaba en mi última entrada, he estado recientemente en Rusia por un viaje profesional. La mayor parte de los días que estuve allí no pude asistir a la Santa Misa, ya que la ciudad en la que residía (Yoskar-Ola, para ser más exactos) no tiene iglesias católicas. El día previo a viajar a esta ciudad, pasé unas horas en Kazan, antigua capital de los tártaros, donde sí tuve oportunidad de asistir a misa, precisamente el domingo. Tuve la suerte de encontrar los datos de un sacerdote argentino, el Padre Diógenes, misionero allí en los últimos 17 años, que muy amablemente me contestó enseguida con los horarios de las misas dominicales. Como el horario no me encajaba en el plan del viaje (tenía que unirme al grupo principal en la propia ciudad), incluso se ofreció a celebrarme la misa a mi solo, aprovechando la estancia temporal allí de otro sacerdote argentino. Por si no fuera poca aventura el asunto, el plan dominical se puso todavía más emocionante cuando me dirigí con el taxi a la dirección de la iglesia, para comprobar que se trataba de una dirección antigua, y que allí solo había un templo ortodoxo. Como mi ruso no da ni siquiera para dar los buenos días, la situación estaba bastante apurada. Con el mapa de la iglesia y una buena dosis de paciencia, conseguí que el sacerdote ortodoxo entendiera que quería ir a misa católica. El hombre fue tan amable que llamó al sacerdote católico, le informó de mi despiste y pidió a un feligrés que había por allí que me llevara en coche al templo católico (que reproduzco aquí). Quedé muy agradecido a ambos, el sacerdote anónimo ortodoxo y al padre Diógenes, que por cierto son muy buenos amigos.
Afortunadamente quedan ya lejos los periodos de la Historia en donde las divergencias entre los cristianos les llevaban a enfrentarse violentamente. A mi modo de ver, las guerras llamadas de religión (principalmente en el s. XVII) utilizaron a la religión como excusa para la disensión, puesto que había en los dos bandos estados europeos que, por su confesión religiosa, deberían haberse pasado al contrario.
Actualmente los cristianos seguimos divididos, pero las relaciones entre las distintas iglesias cristianas suelen ser cordiales, gracias al creciente interés por el ecumenismo y, tal vez, también a la reacción frente a un mundo occidental cada vez más secularizado. Las dos grandes brechas del cristianismo fueron el cisma de oriente y la reforma protestante. La primera tuvo mucho de malentendido, soberbia mutua y tensiones políticas entre la cristiandad latina y la griega: doctrinalmente somos la misma cosa al 99% (si se me permite la expresión). La reforma protestante, que mas que reforma fue ruptura, creó una división más honda, al proponer modificaciones muy sustanciales en la consideración tradicional sobre los sacramentos y el concepto de iglesia. El germen de la reforma fue la crítica a una estructura que Lutero consideraba corrompida, pero sobre unas bases que extendieron la crítica hasta situaciones casi ridículas, ya que el número de iglesias protestantes se cuenta por miles. La unidad parece lejana, pero es un anhelo que todos los cristianos tenemos. Conocerse y comprenderse, un magnífico libro sobre el ecumenismo, me parece un buen lema para enfocar esas relaciones de una manera más cercana al Evangelio.