Recibí hace unos días un mensaje en el móvil, que incluía una carta de Jesús a un amigo, señalando su contrariedad porque hubiera tantas fiestas en honor de su cumpleaños (eso es la Navidad), y fueran tan pocos los que le invitaban a esas fiestas.
Sí, la Navidad se ha convertido para muchas personas en una celebración de no-se-sabe-qué. Hay que estar contentos, hay que regalar, hay que tirar petardos, hay que decorar, hay que poner luces, hay que comer y beber más de la cuenta, hay que cantar, hay que reunirse con la familia, hay que viajar... pero no sé sabe bien por qué. ¿Qué hace que estos días sean tan entrañables? ¿Cuál es su sentido? ¿Por qué hacemos extras que no nos permitimos en otros periodos del año?
No voy a meterme ahora en los detalles históricos sobre desde cuándo se celebra la Navidad y por qué se instauró el 25 de Diciembre. Lo importante es que la Tradición cristiana, que abarca toda Europa, América, muchos países de Africa y Oceanía, y algunos de Asia, celebra -algunos desde hace muchos siglos- que en estos días nació Jesús de Nazareth, Dios que quiso hacerse hombre, como nosotros, para "redimirnos del pecado y darnos ejemplo de vida", como decían los viejos catecismos: en suma, para morir por nuestras culpas y para darnos un maravilloso testimonio de una vida que nadie en la Tierra, en la Historia, ha podido superar. Si hubieramos sido atrapados por un grupo terrorista, secuestrados y encarcelados en condiciones durísimas, y alguien se hubiera ofrecido para liberarnos de esa prisión, intercambiandose por nosotros, ¿cómo le estaríamos agradecidos? ¿qué haríamos en su recuerdo? Si ese alguien fuera además un príncipe, con una enorme fortuna, que perdería completamente por liberarnos; si fuera muy poderoso y perdiera toda su influencia para ocultarse en una cárcel por nuestra libertad... Pues mucho más que so hizo Jesús por nosotros, y por eso, y por esa luminaria de su vida y sus palabra que no puede apagarse, celebramos la Navidad, su cumpleaños. ¿Vamos a seguir celebrándolo sin El? ¿Vamos a reir, a cantar, a comer, a bailar sin acordarnos cuál es el motivo último de esa alegría?
Sí, la Navidad se ha convertido para muchas personas en una celebración de no-se-sabe-qué. Hay que estar contentos, hay que regalar, hay que tirar petardos, hay que decorar, hay que poner luces, hay que comer y beber más de la cuenta, hay que cantar, hay que reunirse con la familia, hay que viajar... pero no sé sabe bien por qué. ¿Qué hace que estos días sean tan entrañables? ¿Cuál es su sentido? ¿Por qué hacemos extras que no nos permitimos en otros periodos del año?
No voy a meterme ahora en los detalles históricos sobre desde cuándo se celebra la Navidad y por qué se instauró el 25 de Diciembre. Lo importante es que la Tradición cristiana, que abarca toda Europa, América, muchos países de Africa y Oceanía, y algunos de Asia, celebra -algunos desde hace muchos siglos- que en estos días nació Jesús de Nazareth, Dios que quiso hacerse hombre, como nosotros, para "redimirnos del pecado y darnos ejemplo de vida", como decían los viejos catecismos: en suma, para morir por nuestras culpas y para darnos un maravilloso testimonio de una vida que nadie en la Tierra, en la Historia, ha podido superar. Si hubieramos sido atrapados por un grupo terrorista, secuestrados y encarcelados en condiciones durísimas, y alguien se hubiera ofrecido para liberarnos de esa prisión, intercambiandose por nosotros, ¿cómo le estaríamos agradecidos? ¿qué haríamos en su recuerdo? Si ese alguien fuera además un príncipe, con una enorme fortuna, que perdería completamente por liberarnos; si fuera muy poderoso y perdiera toda su influencia para ocultarse en una cárcel por nuestra libertad... Pues mucho más que so hizo Jesús por nosotros, y por eso, y por esa luminaria de su vida y sus palabra que no puede apagarse, celebramos la Navidad, su cumpleaños. ¿Vamos a seguir celebrándolo sin El? ¿Vamos a reir, a cantar, a comer, a bailar sin acordarnos cuál es el motivo último de esa alegría?
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