Estos días hemos vuelto a sufrir la frivolidad colectiva con ocasión de una fiesta importada y manipulada, que a fuerza de patrocinarse en los medios acabará colándose hasta en el calendario laboral. Halloween se ha convertido en la noche de los disfrazes, las brujas, los zombies y demás estrafalarios personajes, que poco tienen que ver con la raíz del acontecimiento. Como es bien sabido, el término hace referencia a una forma arcaica en inglés de referirse a los santos ("Hallowed be thy name" es como los anglosajones rezan en el padrenuestro nuestro "santificado sea tu nombre").
Puesto que la noche es previa al día de todos los santos, que hoy celebramos, la fiesta era una manera de recordar a los fieles difuntos que ya disfrutan del cielo, a tantas almas anónimas que tuvieron vidas ejemplares aunque no hayan sido elevados a los altares. De ahí pasó a recordar la realidad de la muerte, que como nadie quiere recordar, había que teñir de todo tipo de estrafalarias interpretaciones, jolgorios y desenfrenos que más tienen que ver con la ignorancia ante la muerte que con su consideración.
Por eso, no estaría de más volver al origen de la efemérides y considerar a tantos antepasados nuestros que tuvieron vidas nobles y ahora disfrutan de Dios en el cielo, o a tantos otros que esperan a hacerlo, y solo necesitan un empujón de nuestras oraciones.
Hace unos días me comentaron la iniciativa de una parroquia, que celebra la fiesta de "Holy wins", el santo gana, animando a sus feligrases a considerar la importancia de considerar nuestra vida como un tránsito hacia otra mejor. Como dice una poesía popular, "Aquel que se salva sabe y el que no, no sabe nada". No es cuestión de disfraces que solo intentan ocultar la única realidad incuestionable (que hemos de morir en algún momento), sino más bien de tenerlo presente, de modo que sirva para guiar nuestras vidas.
Puesto que la noche es previa al día de todos los santos, que hoy celebramos, la fiesta era una manera de recordar a los fieles difuntos que ya disfrutan del cielo, a tantas almas anónimas que tuvieron vidas ejemplares aunque no hayan sido elevados a los altares. De ahí pasó a recordar la realidad de la muerte, que como nadie quiere recordar, había que teñir de todo tipo de estrafalarias interpretaciones, jolgorios y desenfrenos que más tienen que ver con la ignorancia ante la muerte que con su consideración.
Por eso, no estaría de más volver al origen de la efemérides y considerar a tantos antepasados nuestros que tuvieron vidas nobles y ahora disfrutan de Dios en el cielo, o a tantos otros que esperan a hacerlo, y solo necesitan un empujón de nuestras oraciones.
Hace unos días me comentaron la iniciativa de una parroquia, que celebra la fiesta de "Holy wins", el santo gana, animando a sus feligrases a considerar la importancia de considerar nuestra vida como un tránsito hacia otra mejor. Como dice una poesía popular, "Aquel que se salva sabe y el que no, no sabe nada". No es cuestión de disfraces que solo intentan ocultar la única realidad incuestionable (que hemos de morir en algún momento), sino más bien de tenerlo presente, de modo que sirva para guiar nuestras vidas.
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