domingo, 14 de diciembre de 2014

El llanto de Raquel

"Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen" (Mt 2: 16-18). Con estas tremendas palabras describe San Mateo uno de los primeros genocidios de la Historia. La rabieta de un reyezuelo que busca obsesionado a quien considera puede arrebatarle el poder y decide "asegurarse" eliminando a todos los niños de la región. Estamos cerca de la Navidad, cuando volveremos a conmemorar el nacimiento de Jesús y el martirio los Inocentes, de quienes murieron por El sin haberle conocido. Hay muchos Herodes en la Historia de la humanidad, muchos reyezuelos que se siente amenazados y deciden eliminar a quienes consideran una amenaza. Unos intentaron eliminar a quienes eran de otra raza, de otro pueblo, de otra lengua o de otra religión... Otros han intentado, todavía más crueles, eliminar a toda una generación. No estamos hablando de eventos que ocurrieran hace milenios, siglos, décadas, sino de cosas que pasan actualmente, cuando cientos de miles de niños en gestación son eliminados anualmente. La ideología antinatalista está más vigente que nunca. El genocidio más radical es el que atenta contra la naturaleza humana en su conjunto, la que intenta eliminar a los que no han nacido para seguir manteniendo sus privilegios, sus riquezas, su dominio del planeta. Conocer a fondo las raíces ideológicas de esta postura, sus actores principales y sus más destacados oponentes es el objetivo del libro que ha publicado recientemente la editorial Digital Reasons. El título del libro refleja muy bien su contenido: "¿Superpoblación? La conjura contra la vida humana", ya que se van desgranando las distintas fases de esta auténtica guerra contra la humanidad, desde el malthusianismo del s. XIX, y la ideología eugenésica de inicios del XX, hasta el control generealizado de la natalidad, la revolución sexual y la ideología de género de finales del XX e inicios del presente. El autor, José Alfredo Elía, desgrana los principales actores de estos procesos, que aúnan las ideologías supuestamente más progresistas, con los capitalismos más despiados. No es de extrañar que en esta guerra contra la población estén unidos regímenes comunistas, como el chino, donde ni siquiera esta permitido decidir el tamaño de tu familia, con las fundaciones más representativas del capitalismo norteamericano (Rockefeller, Kissinguer, Clinton...). También revisa quienes se han opuesto a esta ingente maquinaria de autoextinción, desde economistas humanistas como Simon y Clark, hasta demógrafos de la talla de Sauvy, Ahaunu y Boserup. La vida humana también tiene defensores, como Madre Teresa, del Dr. Lejeune o Paul Marx, que se han opuesto tenazmente a la maquinaria ideológica que acompaña a esta verdadera cultura de la muerte. También se detiene el autor en comentar el papel de la Iglesia católica y de otras instituciones religiosas en defensa de la vida humana, desde el inicio hasta su fin natural, con particular relieve en la Humanae Vitae y los escritos de San Juan Pablo II sobre la teología del cuerpo. Un libro muy recomendable para quien quiera conocer las bases y los actores de esta guerra soterrada por el futuro de la población humana.

2 comentarios:

  1. Debo reconocer que la defensa por la vida humana me merece un gran respeto. No obstante, no acabo de entender esa especial obsesión por defender exclusivamente a los no nacidos y no dedicar mucho más tiempo a los 3000000 millones de niños que murieron de hambre en 2011 y que con pocos cambios siguen muriendo en la actualidad. ¿Cómo afrontan este reto los católicos? ¿Cómo lo hacen esos católicos acomodados que les gusta tanto manifestarse contra el aborto y viven muy holgadamente mientras 3000000 de niños mueren por desnutrición? ¿No habría que preocuparse más por el nacido que muere de hambre, que además de morir lo hace sufriendo?
    En fin, me parece que hay demasiada hipocresía y tan solo el interés de defender una ideología muy concreta.

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  2. Lamento que a usted le parezca hipocresía defender la vida humana desde su inicio a su fin natural. Preguntar cómo afrontan el reto de la malnutrición y el hambre los católicos es saber muy poco de lo que piensan los católicos. Puede usted empezar leyendo las encicliclas sociales de los últimos Papas; puede usted luego revisar la labor que hacen los cientos de miles de parroquias, hospitales, escuelas y orfanatos católicos en los países más pobres del mundo; y si todavía no le convence el asunto, váyase una temporada con las monjas de la Madre Teresa a Calcuta o -todavía más fácil- con ellas y otras muchas organizaciones católicas que atienden a los barrios más pobres de Madrid. Si hay católicos acomodados que, como usted juzga, supuestamente no les preocupa la muerte de tantos niños de malnutrición, será un problema de su conciencia. Por supuesto que hay que preocuparse, y actuar, por el nacido que muere, pero no veo porqué eso es incompatible con defender al que muere sin nacer, además con sufrimiento. Es más, lo que me parece incompatible es lo contrario. ¿cómo puede decirse honestamente que se defiende la vida de los niños si se aplaude su eliminación cuando todavía son gestantes?

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