Celebramos hoy los cristianos la fiesta más importante de nuestro calendario: la Resurrección de Jesús. Iniciamos a su vez el tiempo de Pascua, en el que nos gozaremos especialmente con este hecho, que como indica San Pablo, es el fundamento de nuestra Fe.
Entre los pasajes del Evangelio que meditaremos en estos días de Pascua me resulta especialmente entrañable el que recoge San Juan entre las primeras apariciones de Jesús resucitado. Nos cuenta la visita que hace María Magdalena al sepulcro, de madrugada, su sorpresa al encontrar la piedra removida y su recurso a San Pedro y San Juan para que verificaran lo que había ocurrido. Ambos corren hasta el sepulcro y observan "las vendas en el suelo, el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte". Debio de estar colocado de tal manera que esa simple vista del vacío les llevó a creer en la Resurrección (cfr S.Juan 20:9), tal vez por la forma en que estaban dispuestas esas telas que envolvieron el cuerpo de Cristo muerto. Sigue relatando el Evangelio que ambos volvieron a casa, pero María se quedó junto al sepulcro llorando. Allí dialoga con unos ángeles que la consuelan, todavía convencida que habían robado el cuerpo de Jesús ("se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto"), para finalmente ver a Jesús, al inicio sin reconocerle, "pensando que era el encargado del huerto", y repetirle la misma petición: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré." Jesús, que sabía muy bien quién era y por qué estaba allí, le dijo unas palabras que me parecen resumen lo esencial de la fiesta que hoy celebramos: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?" (S. Juan, 20: 15). También a nosotros, al cabo de los siglos, nos hace Jesús esas mismas preguntas, ¿por qué lloramos? y ¿a quién buscamos? Ambas van de la mano, llorar, sufrir, sentir el abandono, el vacío, va de la mano de plantearnos hondamente a quién buscamos. ¿Cuál es nuestra meta última? ¿Cuál es la base de nuestra felicidad? ¿Sobre qué/quién asentamos el sentido de nuestra vida? La vida es una continua búsqueda, un viaje en medio del claroscuro, no tenemos la certeza, pero no podemos perder la esperanza. Si pasamos nuestra vida buscando una meta equivocada, de poco habrá servido el afán. Sólo buscando aquello (más bien Aquel) que llene completamente nuestra vida, el esfuerzo no habrá sido en valde: ¿a quién buscas?
Entre los pasajes del Evangelio que meditaremos en estos días de Pascua me resulta especialmente entrañable el que recoge San Juan entre las primeras apariciones de Jesús resucitado. Nos cuenta la visita que hace María Magdalena al sepulcro, de madrugada, su sorpresa al encontrar la piedra removida y su recurso a San Pedro y San Juan para que verificaran lo que había ocurrido. Ambos corren hasta el sepulcro y observan "las vendas en el suelo, el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte". Debio de estar colocado de tal manera que esa simple vista del vacío les llevó a creer en la Resurrección (cfr S.Juan 20:9), tal vez por la forma en que estaban dispuestas esas telas que envolvieron el cuerpo de Cristo muerto. Sigue relatando el Evangelio que ambos volvieron a casa, pero María se quedó junto al sepulcro llorando. Allí dialoga con unos ángeles que la consuelan, todavía convencida que habían robado el cuerpo de Jesús ("se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto"), para finalmente ver a Jesús, al inicio sin reconocerle, "pensando que era el encargado del huerto", y repetirle la misma petición: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré." Jesús, que sabía muy bien quién era y por qué estaba allí, le dijo unas palabras que me parecen resumen lo esencial de la fiesta que hoy celebramos: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?" (S. Juan, 20: 15). También a nosotros, al cabo de los siglos, nos hace Jesús esas mismas preguntas, ¿por qué lloramos? y ¿a quién buscamos? Ambas van de la mano, llorar, sufrir, sentir el abandono, el vacío, va de la mano de plantearnos hondamente a quién buscamos. ¿Cuál es nuestra meta última? ¿Cuál es la base de nuestra felicidad? ¿Sobre qué/quién asentamos el sentido de nuestra vida? La vida es una continua búsqueda, un viaje en medio del claroscuro, no tenemos la certeza, pero no podemos perder la esperanza. Si pasamos nuestra vida buscando una meta equivocada, de poco habrá servido el afán. Sólo buscando aquello (más bien Aquel) que llene completamente nuestra vida, el esfuerzo no habrá sido en valde: ¿a quién buscas?
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