Esta semana en Valencia hemos puesto rostro y nombre a la desesperación de tantas personas que están perdiendo su hogar por la asfixia económica. La pérdida del trabajo o el cierre de una pequeña empresa lleva aparejadas muchas situaciones de sufrimiento; el desahucio de la vivienda resulta una de las más drásticas. A mi modo de ver, la llamada "economía del ladrillo" tiene múltiples aspectos criticables, desde el punto de vista meramente técnico, al primar la especulación sobre la innovación, el beneficio a corto plazo sobre el desarrollo sostenible, la venta de terreno sobre la venta de bienes e ideas. Una de las cosas más nefastas de esa economía especulativa ha sido precisamente que se basara en especular con un bien de primera necesidad (una vivienda). En mi opinión, cualquier especulación es desdeñable, pues implica una cultura empresarial bastante mediocre: comprar, esperar a que suba el valor, vender. Ciertamente, no es fácil saber comprar bien y vender a tiempo, pero a mi personalmente me resultan muy poco honorables los que amasan grandes fortunas a base de especular, sea en el sector que sea. Prefiero que Amancio Ortega sea el hombre más rico de España vendiendo ropa que jugando en bolsa, si además de vez en cuando es generoso con sus ganancias, y las distribuye socialmente, mejor que mejor.
En la cúspide de la economía especuladora han estado desgraciadamente los bancos, muchos de los cuales se han dejado llevar de plannificación miope para acumular grandes ganancias, que ahora se tornan en agujeros insostenibles. Ante el asombro de casi todos se nos recomienda ahora participar en sus pérdidas, cuando en tiempos de bonanza esos pingues beneficios se repartían solo entre los accionistas. Se dice que la banca es imprescindible para el funcionamiento de la economía; tal vez sea así, pero no podemos perder de vista que lo realmente imprescindible son las personas: la economía debería servir para hacer a las personas más felices, para contribuir a solventar sus necesidades básicas, o aquellas que le dignifican como ser humano. La banca es un instrumento para la economía, pero la economía es un instrumento para las personas. Si es preciso rescatar a la banca, hágase, pero no a costa de las personas; así no podemos alumbrar una economía verdaderamente sólida, inmunizada contra futuras crisis. Construyamos una economía distinta, donde los seres humanos sean prioritarios, su familia, su alimentación, su educación, su vivienda, su salud... Con los 60.000 millones de € que se anuncian inyectar a la banca, ¿se imaginan la cantidad de problemas humanos que podríamos resolver? ¿Cuántos desahucios podríamos evitar? ¿Cuántas mejoras en la educación, la sanidad, la innovación industrial, el comercio justo podríamos promover?
En la cúspide de la economía especuladora han estado desgraciadamente los bancos, muchos de los cuales se han dejado llevar de plannificación miope para acumular grandes ganancias, que ahora se tornan en agujeros insostenibles. Ante el asombro de casi todos se nos recomienda ahora participar en sus pérdidas, cuando en tiempos de bonanza esos pingues beneficios se repartían solo entre los accionistas. Se dice que la banca es imprescindible para el funcionamiento de la economía; tal vez sea así, pero no podemos perder de vista que lo realmente imprescindible son las personas: la economía debería servir para hacer a las personas más felices, para contribuir a solventar sus necesidades básicas, o aquellas que le dignifican como ser humano. La banca es un instrumento para la economía, pero la economía es un instrumento para las personas. Si es preciso rescatar a la banca, hágase, pero no a costa de las personas; así no podemos alumbrar una economía verdaderamente sólida, inmunizada contra futuras crisis. Construyamos una economía distinta, donde los seres humanos sean prioritarios, su familia, su alimentación, su educación, su vivienda, su salud... Con los 60.000 millones de € que se anuncian inyectar a la banca, ¿se imaginan la cantidad de problemas humanos que podríamos resolver? ¿Cuántos desahucios podríamos evitar? ¿Cuántas mejoras en la educación, la sanidad, la innovación industrial, el comercio justo podríamos promover?