Me envía una amiga un enlace de Youtube que vale la pena compartir con todos mis lectores (si aún queda alguno, ya siento mi pereza acumulada de las últimas semanas). Es una canción de un grupo norteamericano al que no conocía. Se denominan The Arcadian Wild, recogiendo la idea de ese lugar ideal en donde todos quisieramos habitar. Me parece que esta canción expresa bien un sentido abierto y positivo de la vida, frente a tantos cenizos que intentan convencernos que todo son nubarrones y que lo único propio del ser humano es quejarse. El coro de esta preciosa letra nos dice:
"Benditas son las mentes que no necesita disfrazarse, que vuelan sobre las montañas.
Danza como una emperatriz, impresionarás a todos. Muestra la belleza que se te ha dado"
Ciertamente necesitamos todos levantar el vuelo, mirar más alto para encontrar un sentido al aparente sinsentido de lo cotidiano. Hay dolor y contrariedad, hay negación e injusticia sí, pero también recibimos todos los días muchos regalos: la propia vida, la de tantas personas que queremos, la de las bellezas naturales que Dios nos regala. ¿Por qué empeñarse en ver siempre lo que te falta, en lugar de lo que tienes? ¿por qué limitarte a tu propia debilidad, en lugar de enriquecer con tu debilidad lo que a otros les falta para ser felices?
El sábado volví a ver una preciosa película de Naomi Kawase, "Una pastelería en Tokio", la anciana cocinera, protagonista de un enorme drama personal, repara con su donación el dolor de otros, dando así sentido a su propia tragedia. Casi al final de la película entrega su mejor frase: "No es preciso ser alguien en la vida, cada uno de nosotros le da sentido a la vida de los demás".
"Benditas son las mentes que no necesita disfrazarse, que vuelan sobre las montañas.
Danza como una emperatriz, impresionarás a todos. Muestra la belleza que se te ha dado"
Ciertamente necesitamos todos levantar el vuelo, mirar más alto para encontrar un sentido al aparente sinsentido de lo cotidiano. Hay dolor y contrariedad, hay negación e injusticia sí, pero también recibimos todos los días muchos regalos: la propia vida, la de tantas personas que queremos, la de las bellezas naturales que Dios nos regala. ¿Por qué empeñarse en ver siempre lo que te falta, en lugar de lo que tienes? ¿por qué limitarte a tu propia debilidad, en lugar de enriquecer con tu debilidad lo que a otros les falta para ser felices?
El sábado volví a ver una preciosa película de Naomi Kawase, "Una pastelería en Tokio", la anciana cocinera, protagonista de un enorme drama personal, repara con su donación el dolor de otros, dando así sentido a su propia tragedia. Casi al final de la película entrega su mejor frase: "No es preciso ser alguien en la vida, cada uno de nosotros le da sentido a la vida de los demás".