Desde Kant hasta nuestros días, la influencia del idealismo filosófico resulta patente en la manera en que nos acercamos a la realidad. En el lenguaje cotidiano, idealista es el que apunta a metas grandes, quien quiere mejorar la realidad haciéndola más noble y digna del ser humano. Sin embargo, en un sentido filósofico más estricto, idealista es el que interpreta la verdad de las cosas en función de sus categorías mentales. Dicho de manera sencilla, lo que importa no es tanto lo que las cosas son en sí (que nunca puedo saberlo), sino cómo yo las interpreto (lo que son en mí). Esa postura se extiende a cómo juzgamos la realidad que circunda: en lugar de cambiar nuestras opiniones en función de los datos objetivos que nos llegan, intentamos encajar la realidad en nuestros juicios previos (pre-juicios), a base de obviar los datos que no avalan nuestra teoría y subrayar los que la afirman, por muy marginales que sean.
Esto pasa en muchas cuestiones pero quiero hoy centrarme en el mundo educativo. En este país particularmente, la educación es batalla campal de las ideologías, que por encima de los indicadores que una y otra vez apuntan en una determinada dirección, siguen manteniendo su postura monolítica, sin concesiones ni siquiera al más elemento consenso.
El idealismo filosófico afecta generalmente por igual a lo que podemos denominar, usando categorías genéricas, derecha e izquierda. Sin embargo, en el campo educativo, en donde la derecha (lease en este caso PP) parece tener pocas o ninguna idea propia, el idealismo está especialmente marcado en la izquierda, autora de todas las leyes educativas que se han promulgado en España durante nuestra vida democrática, con excepción de la última (que en realidad supone una corrección marginal de planteamientos incluidos en las leyes anteriores). El tema daría para muchos párrafos, pero dada la obligada brevedad de este medio, me centraré hoy en lo que afecta a la educación diferenciada, objeto del último libro que hemos publicado en la editorial Digital Reasons. El libro está escrito por Alfonso Aguiló, con amplísima experiencia en el sector educativo, tanto como profesor, como directivo y gestor de centros docentes. El texto está compuesto por cincuenta preguntas y respuestas que desgranan todos los aspectos que se han discutido sobre la idoneidad de este sistema pedagógico: separar a los niños y las niñas en clases distintas, asumiendo que beneficiará a su rendimiento educativo. El autor incluye una gran cantidad de datos que muestran la crisis del modelo uniforme que actualmente se sigue en España, donde la educación diferenciada es enormemente minoritaria, y el contraste con los buenos indicadores de los pocos colegios diferenciados que existen en nuestro país, en muy distintos estratos sociales y culturales. Además, se incorporan datos sobre la eficacia educativa de este sistema en otros países (EE.UU., Australia, Reino Unido...), donde la discusión ha dejado de ser ideológica (da igual la realidad, lo importante es lo que se pre-juzga), para convertirse en una alternativa que abarca incluso a colegios financiados por las administraciones públicas.
En este terreno, como en otros, el respeto a la realidad, en primer lugar, a las opiniones de quienes ven las cosas de otra manera, en segundo, y a la libertad de quienes van a recibir el servicio que se piensa ofrecer (en este caso, padres y niños), en tercero, sería enormemente beneficioso para garantizar un verdadero progreso.
Esto pasa en muchas cuestiones pero quiero hoy centrarme en el mundo educativo. En este país particularmente, la educación es batalla campal de las ideologías, que por encima de los indicadores que una y otra vez apuntan en una determinada dirección, siguen manteniendo su postura monolítica, sin concesiones ni siquiera al más elemento consenso.
El idealismo filosófico afecta generalmente por igual a lo que podemos denominar, usando categorías genéricas, derecha e izquierda. Sin embargo, en el campo educativo, en donde la derecha (lease en este caso PP) parece tener pocas o ninguna idea propia, el idealismo está especialmente marcado en la izquierda, autora de todas las leyes educativas que se han promulgado en España durante nuestra vida democrática, con excepción de la última (que en realidad supone una corrección marginal de planteamientos incluidos en las leyes anteriores). El tema daría para muchos párrafos, pero dada la obligada brevedad de este medio, me centraré hoy en lo que afecta a la educación diferenciada, objeto del último libro que hemos publicado en la editorial Digital Reasons. El libro está escrito por Alfonso Aguiló, con amplísima experiencia en el sector educativo, tanto como profesor, como directivo y gestor de centros docentes. El texto está compuesto por cincuenta preguntas y respuestas que desgranan todos los aspectos que se han discutido sobre la idoneidad de este sistema pedagógico: separar a los niños y las niñas en clases distintas, asumiendo que beneficiará a su rendimiento educativo. El autor incluye una gran cantidad de datos que muestran la crisis del modelo uniforme que actualmente se sigue en España, donde la educación diferenciada es enormemente minoritaria, y el contraste con los buenos indicadores de los pocos colegios diferenciados que existen en nuestro país, en muy distintos estratos sociales y culturales. Además, se incorporan datos sobre la eficacia educativa de este sistema en otros países (EE.UU., Australia, Reino Unido...), donde la discusión ha dejado de ser ideológica (da igual la realidad, lo importante es lo que se pre-juzga), para convertirse en una alternativa que abarca incluso a colegios financiados por las administraciones públicas.
En este terreno, como en otros, el respeto a la realidad, en primer lugar, a las opiniones de quienes ven las cosas de otra manera, en segundo, y a la libertad de quienes van a recibir el servicio que se piensa ofrecer (en este caso, padres y niños), en tercero, sería enormemente beneficioso para garantizar un verdadero progreso.